José Barta; 11 de junio 2012
Bueno finalmente la euro zona se ha decidido a ayudar a España, a sanear su sector financiero. O al menos eso parece ya que, personalmente, creo que no debemos lanzar las campanas al vuelo hasta no saber los términos. Y no me refiero con esta expresión a los términos políticos. Me estoy refiriendo a los puros términos financieros, que establecerán unas condiciones de amortización del préstamo, un plazo máximo para ello y unos intereses.
Cualquier préstamo que nos hagan, que no tenga un horizonte mínimo de cinco años de carencia de amortización del principal, más cinco más para su liquidación, nos endeudará más que nos ayudará.
Y con todo y con esto, no servirá para todas las entidades.
Y es que nos tenemos que reinventar el lenguaje todos los días con esta “bendita” clase política.
Hasta ahora hemos conjugado los términos liquidez e insolvencia, para afirmar la primera y negar la segunda.
Finalmente hemos descubierto que muchas de nuestras entidades, por no decir todas, tienen problemas de liquidez.
También hemos descubierto que muchas tienen problemas de insolvencia, es decir que sus pasivos son superiores a sus activos, por lo que precisan capitalizarse. Se les va a ayudar a ello con préstamos públicos. Esto en una economía de mercado es difícilmente comprensible, ya que lo suyo es dejar a dichas empresas que desaparezcan, compensando, si fuera posible, a los clientes – impositores – pequeños, a través del Fondo de Garantía de Depósitos, que para eso está,.. bueno ¡estaba!.
Pronto descubriremos el término “inviable”, que es el que tendremos que aplicar a aquellas entidades que, por más ayuda que se les preste, al no tener capacidad de crecimiento en nuevos mercados, o de aumentar su participación, ganando clientes a la competencia, en los antiguos, jamás conseguirán salir adelante de forma natural (tomen el termino jamás como una unidad de tiempo siempre superior a quince años). Estas entidades sería mejor, para España, para el sector financiero, e incluso para ellas mismas, que quebraran lo antes posible, pero estamos rodeados de “supersticiosos” que piensan que la quiebra de una entidad financiera es el fin del mundo; no piensan lo mismo de cinco millones de parados, ni de otros muchos disparates que sacrifican la dignidad de la persona).
¿Qué pasará con estas entidades inviables? Que nos la comeremos con patatas todos los españolitos y residentes no españolitos, ya que – véase ¿Es Bankia el principio del fin? – garantizaran, en última instancia, los prestamos contra acciones, como si valieran en papel donde se anotan.
¿Cuántas serán estas instituciones? Con el secretismo que las caracteriza no resulta fácil aventurar un diagnostico fino, pero ocurrir ocurrirá.
¿Se puede evitar esta situación? En manos del Gobierno se encuentra el decidirlo. Optar por la sociedad o por las entidades, esa es la cuestión.