José Barta; 7 de mayo de 2012.
El pasado día 23 de abril, tras la primera vuelta de las elecciones francesas a la Presidencia, publiqué un artículo titulado “Los franceses acaban con el Merkozy”. Mi teoría era que la respuesta del electorado francés, independientemente de quien ganara las elecciones presidenciales, había acabado con el apoyo incondicional de Francia a la “disparatada” política desarrollada por el equipo de Ángela Merkel, que tan claros y nefastos resultados está causando en Grecia, país que se ha mostrado como paradigma de una “hoja de ruta” hacia el desastre económico y social.
El éxito de este artículo, publicado por vez primera en Diario Financiero y replicado posteriormente en más de veinte medios digitales, solo fue superado por otro artículo, anterior, también publicado en primicia en Diario Financiero, que terminó siendo traducido al inglés, con el título “Who governs Spain, Merkel or Rajoy?”.
El calificar de disparate a la política liderada por Merkel no es fruto de que esta defienda la necesaria contención del gasto público, sino de que esa es la única medida que se propugna, lo cual resulta disparatado en una economía anémica, característica principal de la que está viviendo toda Europa (toda, incluida Alemania, lo comprobaran en breve plazo).
Es más, la aberrante política defendida por Ángela Merkel confunde reducción con optimización, por lo que no garantiza que se acabe con los gastos públicos suntuarios y disparatados, como las televisiones públicas en España, a las que se da el mismo tratamiento, por parte de la Administración Central, que a la regulación de la “dación en pago”, o al “ajuste de los precios” de los inmuebles de los bancos a la realidad de los mercados (para más información ver “El saneamiento financiero y los activos inmobiliarios”)
Los resultados definitivos obtenidos por François Hollande me obligan a matizar mi visión del futuro en Europa y en nuestro país vecino.
Sinceramente pienso que ya no se podrá mantener la estrategia basada en la mera “reducción del déficit público” dada la actitud abiertamente contraria por parte del, en unos días, nuevo Presidente francés. El apoyo al crecimiento y al desarrollo económico desde las Administraciones públicas se tendrá que articular si se desea llegar a un consenso.
Como sucedió en la votación para el establecimiento de una nueva – y disparatada – Constitución para la Unión Europea (elaborada por uno de los ex presidentes franceses más corruptos), Francia ha vuelto a salvar a Europa, o al menos a ralentizado su destrucción.
El problema es el coste y, en este caso, los votantes franceses han elevado a la presidencia a un discípulo ideológico de zapatero. A este respecto Sarkozy está cargado de razón y Hollande embarcará a Francia en una espiral de incremento del gasto público, en la “implantación de derechos” tan “progresistas” como la práctica de la eutanasia – quizás financiada por el Estado -, la adopción de niños por parte de parejas homosexuales, la creación de “prestigiosas” agencia europeas -¿independientes? – de calificación financiera, reforzamiento de los sindicatos obreros dándoles el control de las reorganizaciones empresariales, y un largo etcétera, entre los que se encuentra el demagógico recorte de la edad de jubilación a los 60 años (¿Cómo se pagaran esas pensiones?) y suponemos que alguna variante de la “alianza de civilizaciones” y de la “asignatura para la ciudadanía”.
Y todo esto con un sistema financiero que se verá seriamente afectado con el resultado de las también recientes elecciones en Grecia, que terminaran, casi con toda seguridad, con la agonía de este país. Se debe tener en cuenta que los bancos franceses siguen siendo, a pesar de todos los esfuerzos, los mayores acreedores de Grecia.
Si finalmente Hollande responde al perfil que se tiene de él, supondrá un desastre para Francia pero mejorará nuestro peso en la Unión Europea. No hay mal que por bien no venga.