José Barta, 12-10-2011
Es hora de recordar que esta crisis, que es la misma que comenzó en el 2007, por mucho que los teóricos del análisis económico – financiero intenten desligarla con W, H o Z, tiene sus raíces en la primacía del beneficio (enriquecimiento económico) individual, buscado en detrimento, o con grave desprecio, del interés general, es decir de los demás, de los que no son yo.
El cortoplacismo en la obtención de resultados empresariales, la laxitud en la valoración de la capacidad real de riesgo de los futuros prestatarios, el sobre optimismo en la tasación de activos inmobiliarios, etc., tienen todos un mismo denominador común, el beneficio de unos pocos.
Que la pérdida de valores morales, o principios éticos – me da lo mismo como lo desee denominar el amable lector – es la causa primera y principal de la crisis que estamos soportando, se manifiesta en la perdida de algo que va tan unido a ellos como es la Confianza.
La confianza es algo que se ha perdido en el mundo financiero, que está perdiéndose a pasos agigantados en el mundo económico y que acabará con la humanidad el día en que se pierda por completo en las relaciones interpersonales.
La confianza se pierde por mor de la MENTIRA. Cuando la mentira impera en las relaciones, del tipo que sean, entre las personas, se acaba con la capacidad de desarrollo de las mismas, en lo espiritual y en lo material, ya que sin confianza en los demás el ser humano no puede vivir.
Es cierto que banqueros, políticos y otras grandes indignidades (me niego a denominarles dignos) de nuestra sociedad realizan “sinceras soflamas” sobre la necesidad de solidaridad, e ilusión en el futuro, pero lo que realmente parece que nos dicen es que seamos solidarios con ellos y sigamos beneficiando su futuro.
James K. Galbraith, ante los miembros del Subcomité Judicial del Senado de los EEUU, en mayo del pasado 2010, declaró que la teoría económica, tal como se enseña desde los años 80, “ha fracasado estrepitosamente en punto a entender las fuerzas determinantes de la crisis financiera”. Conceptos centrales, como los de las “expectativas racionales” y la “disciplina de mercado”, así como la “hipótesis de los mercados eficientes”, llevaron a la mayoría de los economistas a sostener que la especulación estabilizaría los precios, que los vendedores actuarían para proteger su propia reputación, que podía confiarse en el caveat emptor y que, por consecuencia, no podría darse un fraude generalizado.
Por el contrario, ha sido “el fraude financiero quien ha terminado por colapsar la economía.”
Hace unos meses escribí un artículo en la sección de Opinión de Gestiona Radio (el 3 de mayo de 2011), con el título “Bancos Malos o más bien Perversos”, que sigue, lamentablemente resultando de plena actualidad.
En el mismo denuncio la patraña que se está intentando vender a los españoles sobre la “NECESIDAD DE SALVAR”, contra vientos y mareas, a las entidades financieras, por encima de los intereses de la economía real y de sus protagonistas: familias, autónomos y pymes.
No he conseguido localizar el correspondiente enlace por lo que, para aquellos que les interese les transcribo, a continuación, la mayor parte del mismo:
Cuando se presume que los precios seguirán subiendo siempre, la conclusión es que un préstamo respaldado por un activo siempre podrá refinanciarse; por lo tanto, la situación actual del prestatario es irrelevante. Este es el principio que inspiró el comportamiento de gobiernos – Central, autonómicos y locales- organismos reguladores y supervisores, entidades financieras españolas, agencias de calificación, tasadoras y un largo etcétera de instituciones públicas y privadas que no vieron, en los pasados años, más que una oportunidad de “ganar mucho dinero”, de “enriquecerse”. Y es que no podemos olvidar que la crisis que estamos sufriendo hunde sus raíces en la pérdida de valores éticos, o mejor dicho, en la sustitución de los principios derivados del concepto de persona en el humanismo trascendente, por los derivados del individualismo materialista. Nuestros congéneres no son ya personas a las que se debe lealtad, sinceridad, respeto,…son más bien peldaños para nuestro enriquecimiento económico y beneficio sensual y social.
¿Por qué comienzo con esta diatriba ético-moral? Pues porque entiendo que esta es la única manera de comprender los que está sucediendo y sucederá en España, en el orden económico, en los próximos meses.
El Gobierno, junto con el Parlamento, así como las principales patronales y sindicatos, se están mostrando incapaces para forzar el saneamiento y reestructuración del sistema financiero español, y este es el principal problema de nuestro país.
El error básico apunta a que el sistema tiene solo un problema de capital cuando el autentico cáncer se encuentra en la necesidad de saneamiento de los balances y en la transparencia. Se hace cada vez más urgente la “valoración de activos a precios de mercado”, en particular los inmobiliarios, procediendo acto seguido al reconocimiento de las pérdidas latentes en los balances de todas las entidades financieras. Solo así se desbloqueará el mercado inmobiliario, actualmente estancado, y en el que el sistema financiero tiene invertido 1,1 billones de euros, y aflorarán recursos financieros para las pequeñas y medianas empresas y autónomos.
Solo a partir de este supuesto puede plantearse aportar recursos el Estado a las entidades financieras.
Lo que actualmente se está intentando, convertir a las entidades financieras matrices en Bancos malos, manteniendo en las mismas los activos tóxicos, junto con los préstamos y avales públicos, no pasa de ser una maniobra dirigida a cargar perdidas futuras a los contribuyentes, y, por ello, resulta ser una maniobra perversa y, por ahora, consentida por aquellos que debieran velar por los intereses públicos.