José Barta. 3 de julio 2020
Cuando Paloma Martínez-Almeida, Directora de Idealista News, me preguntó como denominaría mi blog en dicha publicación no lo dudé: “Del brazo con Peter Bauer”.
Por un momento pasó por mi cabeza otro extraordinario economista, Jacob Marschak, maestro de Premios Nobel como Harry Markowitz o Franco Modigliani, conocido por sus estudios sobre “Elasticidad de la demanda” y sobre “Elección bajo incertidumbre”, que desarrolló los principios de la Econometría, del que estoy convencido que no llegó a alcanzar el Premio Nobel de Economía por su pasado político; miembro del Partido menchevique durante la Revolución rusa, en 1918 fue nombrado ministro de trabajo en la república Terek, en la Unión Soviética, hasta que la victoria de los bolcheviques le obligó a emigrar para siempre de su patria. En definitiva, logró que occidente le viera con recelo y que los soviéticos le consideraran como enemigo. Obviamente se hizo acreedor de mi simpatía y comprensión.
Pero, repito, me decanté de inmediato por Peter Bauer, que tampoco obtuvo el Premio Nobel, por mi mayor identificación con su trayectoria vital.
Bauer nació en Budapest en 1915, falleciendo en Londres en 2002.
Su padre, propietario de una pequeña imprenta, fue uno de los millones de judíos asesinados por el nacionalsocialismo.
Peter estudió derecho en Budapest. En 1933, recién llegado Hitler al poder, uno de los clientes de la imprenta de su padre se ofreció para financiar su educación en Gran Bretaña. Consiguió que le admitieran en el Gonville & Caius College de Cambridge en 1934, con menos dinero que dominio del inglés, graduándose en Economía en 1937.
Alternó un trabajo de profesor en Cambridge con el de asesor de empresas. En 1960 se incorporó a la London School of Economics, hasta 1982, año en que fue nombrado Lord por el primer Gobierno de Margaret Thatcher, al que asesoró en política económica internacional.
Buen conocedor de la teoría económica, donde destacó fue en la economía aplicada. Encarnó aquella afirmación de Hayek, de que “no es buen economista aquel que solo sabe de economía”.
Trabajó en Malasia y en África, asesorando a empresas británicas. En este tiempo se dio cuenta de cómo los pequeños comerciantes locales contribuían a economizar recursos, favorecer la producción y promover el desarrollo económico. Así mismo comprobó como la mayoría de las ayudas económicas para países en desarrollo, contribuían a fomentar la corrupción de sus dirigentes, perjudicando a las poblaciones.
Todo esto llevó a Bauer a defender, contra la opinión dominante, que el desarrollo económico depende más de las aptitudes, actitudes, motivaciones de la gente, así como de las instituciones sociales y políticas, que de las subvenciones públicas. Generar riqueza en la sociedad “es el resultado de un empeño económico exitoso, no su condición”.
Cuando los ingresos no se obtienen de la producción y el intercambio, sino de las ayudas, la gente se olvida de lo primero para centrarse en lo segundo; y como las ayudas dependen de una decisión administrativa, el interés no es ya servir al consumidor, sino captar la voluntad de quienes están en el poder.
Defendía que “la prosperidad sostenida debe muy poco o nada a los recursos naturales”, véase el caso de países como Holanda, en la que parte de su territorio fue ganado al mar en el siglo XVII, o Venecia, un rico poder mundial construido sobre un lodazal, o Alemania, Suiza, Japón, Singapur y, por supuesto, Israel, entre muchos otros casos.
Como Bauer, creo que el activo principal de un país, de una sociedad, de una empresa, es cada uno de sus miembros, sus personas. De su formación y disposición dependerá el progreso de esas comunidades.
Como Bauer, siento que me enfrento a una sociedad que habla mucho de libertad, pero cada vez rehuye más el compromiso personal, dejándose hacer; de una sociedad más presta a buscar escusas que a esforzarse; de una sociedad más propicia a lo “políticamente correcto” que a la defensa de la verdad.
Como Bauer, desde mis limitaciones, estoy empeñado en luchar para que libertad, esfuerzo y verdad, sean las enseñas de mis conciudadanos. Y lo procuraré desde este blog, así como desde el que me ofrece Idealista News, al que he puesto su nombre como homenaje y referencia.