La mala es que tenemos un problema estructural y de cultura empresarial
José Barta, 5 de febrero 2020
Llevo años denunciando que, tras un disparatado crecimiento
económico basado en el turismo, la construcción de viviendas y las subvenciones
de la UE para infraestructuras de transporte, tras la pasada crisis, con el
rescate de numerosas entidades financieras a cargo de los ciudadanos españoles,
en una burla descarada a las leyes de mercado que hubieran llevado a la quiebra
a dichas entidades, nos ha quedado una economía raquítica, sin I+D debido a la
ausencia de recursos económicos suficientes, pero especialmente sin capacidad
de innovación, salvo excepciones, y esto último es lo más grave, dado que esta
es una condición propia de la puesta en valor del conocimiento de las personas
integradas en los procesos productivos, independientemente de la riqueza económica
de las mismas.
La tecnología ayuda a la innovación, pero no es innovación.
El trabajo en equipo, el desarrollo del aprendizaje grupal, es el motor de la
innovación. El principal factor de productividad de una empresa es el coste de
coordinación en los procesos internos y en los externos, y su reducción es uno
de los principales objetivos de la innovación. Está al alcance de cualquier
empresa y sociedad, independientemente de sus recursos económicos, el problema,
dramático, es que implica cambios culturales en la empresa y en la sociedad, y
en España esto no se quiere entender. Las Administraciones Públicas no solo no
favorecen el necesario cambio cultural, al menos hasta el momento,
independientemente del partido gobernante, han reforzado las estructuras económicas
obsoletas, dificultando las iniciativas innovadoras a nivel empresarial, y
omitiendo las recomendaciones de la UE, sobre la urgencia de diseño de políticas
estratégicas para el fomento de la innovación y el emprendimiento.
La alternativa a las nuevas exigencias de los mercados está
siendo, desde el 2008, la de fomentar una mano de obra cualificada y barata,
empobreciendo la clase media, crítica para la estabilidad social.
La subida del SMI no es el problema, y viene obligado para
evitar el sacrificio de tantos trabajadores en situación vulnerable, pero es
verdad que debería venir acompañada de otras medidas que contribuyan a un
cambio de estructuras y de cultura empresarial.
2i de los 27 países miembros de la UE cuentan con un SMI, entre ellos, y muy por encima de España, se encuentran Alemania (1.584€), Francia (1.539€), Luxemburgo (2.142€), Irlanda (1.656€), Países Bajos (1.636€) y Bélgica (1.594€), de los que no se puede decir que no sean competitivos.