José Barta,
5 de junio 2019
El 3 de mayo de 2017, reedité un artículo publicado el 15 de julio de 2014, en este mismo blog, con el título “Las escuelas de negocios y su contribución al fraude ético empresarial”. Esta ha sido una de mis obsesiones en los últimos años, y lo he manifestado abiertamente en numerosas ocasiones, siendo consciente de las puertas que, con esto, se me cerraban.
No solo
es un problema de actitudes, se deriva en gran medida de los métodos de formación
implantados, ya generalizados a escala mundial, que impiden el conocimiento de
la realidad empresarial, sustituyéndola por una caricatura financiera.
Dos frases de prestigiosos pensadores, en relación con actitudes y metodología, dan fe de que mi posición no se corresponde con una actitud excéntrica, y es compartida en ámbitos de rigor intelectual:
“las escuelas de negocios han liberado activamente a sus
estudiantes de cualquier sentido de la responsabilidad moral” (The
Economist (2009) “Sumantra Goshal”, 29 de Mayo 2009)
“El método analítico no garantiza la discursividad de la ciencia. Tampoco su
consistencia. La consistencia hay que
buscarla en la verdad, y el análisis no se encamina a la verdad. El fundamento
tampoco se puede hallar analíticamente. No es que el tema el fundamento sea inaccesible,
si no que no se alcanza analíticamente.”( ¿Quién es el hombre? Leonardo
Polo. Editorial Rialp. 1992, p.48)
Hoy hago llegar a mis lectores un artículo de Lynn Parramore, que plantea “Cómo los programas de MBA impulsan la desigualdad”. Podrá acceder a él a través del siguiente ENLACE
Su valoración parte de una realidad incontrovertible “en 1965, un CEO típico
ingresaba aproximadamente 20 veces lo que ganaba un empleado promedio, mientras
que las últimas cifras de AFL-CIO muestran que el CEO actual gana más de 373
veces lo que gana el trabajador promedio.”
La principal razón de este disparate: priorizar la maximización del beneficio de los accionistas a corto plazo, en detrimento de la creación de valor para la empresa a largo plazo.
La primera consecuencia, introducir una drástica reforma en la formación de los CEO, que debe aproximarse, en mi opinión, a la de los Médicos Residentes, en la que la proximidad a la realidad es directa, y se encuentra arropada por un profesional con experiencia y “vocación de sanar”, fortalecer la empresa reforzando su continuidad.
Hoy en día este perfil de CEO responsable, se encuentra, casi exclusivamente, en el ámbito de la Empresa Familiar, donde la unidad de tiempo no es el “bonus” sino las siguientes generaciones.