José Barta; 10 marzo 2017
Hace algo más de un mes, un reportaje publicado en El País nos situaba en el grupo de 20 mejores colegios de España. Esta semana, el diario El Mundo, nos ha situado en la posición 69, entre los 100 mejores colegios de España
Pero no es la posición concreta lo que me interesa, me quedo con el reconocimiento de los resultados, fruto del buen trabajo realizado.
El nuevo equipo de gobierno del colegio, así como el Claustro, personal no docente y, por supuesto, los padres de las alumnas, estamos embarcados en una aventura común que, tras superar inevitables dificultades, comienza a dar sus frutos.
Nos encontramos al principio de nuestra andadura; los proyectos de investigación e innovación – por parte de profesoras, y también de alumnas -, el intercambio internacional de alumnas, independientemente de su situación económica familiar, el apoyo personal y profesional a todas las ex alumnas, la implicación personal por transformar nuestra sociedad, abriéndola en apoyo de los más necesitados, queremos que sean lo habitual en nuestro diario quehacer, en el que medimos el valor de nuestra acción por el crecimiento en humanidad de todas y cada una de nuestras alumnas.
Me siento orgulloso del equipo que lidero como Presidente del Consejo de Administración.
Nuestro colegio optó, desde su fundación, por la opción pedagógica de educación diferenciada, somos un colegio dirigido a formar mujeres. A diferencia de otros, no tenemos que apostar por la mujer, se nos podría acusar de amañar las apuestas, dado que conocemos sobradamente los magníficos resultados. No tenemos que realizar ningún “esfuerzo feminista”, insisto, nuestro secreto pasa por poner en valor el “genio femenino”, convencidos de que transformará el mundo a mejor.
Por cierto, el encargado del mantenimiento de las instalaciones, otro Consejero y yo, somos los únicos hombres entre más de cien profesionales, y no deja de rondar mi cabeza que, como me sucedía de pequeño – cuando jugaba al futbol en el barrio -, me han puesto de Presidente del Consejo (entonces me ponían de portero del equipo) para que molestara lo menos posible.