Universidad Pontificia Comillas, Madrid, 1 de junio 2016
Situación actual
Los avances científicos y tecnológicos de los últimos cien años han supuesto cambios muy rápidos. Se suceden de forma vertiginosa, no dando lugar a que el hombre pueda interiorizarlos y adaptarse a las nuevas exigencias que estas transformaciones van imponiendo al mundo de la cultura, mucho más lento en su evolución.
Cuanto más modernas y avanzadas sean la economía y la técnica, tanto más amplia y profunda ha de ser la educación y la formación de las personas, para que el progreso no nos ahogue, y lo pongamos al servicio de todos.
El cambio continuo de las relaciones vitales, materiales e intelectuales; de las formas de vida personal y social, en un mundo sometido a un cambio tecnológico permanente, es experimentado por el hombre del presente con un dinamismo mayor que nunca, y es fácilmente previsible que en un corto periodo de tiempo se intensificará aún más.”
El desarrollo tecnológico ha sufrido un proceso exponencial aportando al hombre capacidades impensables hace algunos años. Capacidades que permiten decisiones para cuyas consecuencias el hombre no se encuentra preparado.
Hace un año le escuche a Bernardo Kliksberg afirmar que “la tecnología no ha resuelto jamás en la historia ningún problema, como sucedió en el III Reich alemán”; y es que ya ha pasado la época en la que desarrollo tecnológico se consideraba sinónimo de crecimiento en justicia y libertad. Tras cualquier decisión humana existe una cabeza inteligente, que usa de los recursos disponibles en búsqueda de resultados concretos.
De aquí la necesidad de reconocer que el problema de la formación de nuestros conciudadanos tiene una importancia decisiva para la gestión de los actuales recursos y de sus consecuencias económicas, políticas, sociales… Solo se logrará dominar las consecuencias indeseadas del actual desarrollismo tecnológico y científico si se prepara a cada persona con una formación y educación basadas en valores éticos y orientadas a ese futuro cambiante.
La sociedad actual se encuentra bien lejos de conseguir dicha preparación, dado que como señala Fernando Savater, “mientras que la función educadora de la autoridad paternal se eclipsa, la educación televisiva conoce cada vez mayor auge ofreciendo sin esfuerzo ni discriminación pudorosa el producto ejemplarizante que antes era manufacturado por la jerárquica artesanía familiar”.
Ver texto integro conferencia Educar en la verdad para defender la libertad José Barta