José Barta; 11 de diciembre 2015
Sinceramente, no tenía previsto escribir este artículo en relación con la reciente declaración (del pasado día 3 de este mes diciembre) titulada To Do the Will of Our Father in Heaven: Toward a Partnership between Jews and Christians, liderada por el Centro para el Entendimiento y la Cooperación judeo-cristiana (CJCUC) , creado y dirigido por el Rabino Dr. Shlomo Riskin, a la que inicialmente se unieron otros 24 rabinos, pero cuyo número se está acrecentando día a día.
Tanto el CJCUC, como la presente declaración, surgen como consecuencia, desde la comunidad judía, de buscar “hacer la voluntad de nuestro Padre en el Cielo al aceptar la mano tendida a nosotros por nuestros hermanos y hermanas cristianos. Judíos y los cristianos deben trabajar juntos como socios para hacer frente a los desafíos morales de nuestra era.”
No tenía intención, repito, de extenderme sobre esta declaración que me parece muy importante, si bien ni es la primera ni la más significativa, como reseño pormenorizadamente en mi libro “La Encrucijada del Pueblo elegido”, citando a título de ejemplo la declaración Dabru Emet (2002). Tenía pensado retwittearla y poco más, pero sucede que un buen amigo, que recibe mis correos, me acaba de redirigir el enlace a la citada declaración. Ha sido un correo fruto de su entusiasmo por una iniciativa que le parecía novedosa, algo que, obviamente, me ha alegrado pero al tiempo me ha hecho reflexionar sobre la extraordinaria dificultad que surge a la hora de expresarse, a la hora de comunicar mensajes, incluso a personas con las que se mantiene una relación de amistad y mutuo reconocimiento.
Y ¿por qué hago este comentario?, por lo aparentemente novedoso que resultaba este acontecimiento para mi amigo. Un hombre inteligente, bien preparado, interesado por este ámbito de relación, al que he intentado mantener informado sobre los sucesivos Encuentros judeocristianos creados por mí, al que he enviado numerosos documentos con los textos de las distintas intervenciones, y ¡NO SE HABÍA ENTERADO!
No es un caso excepcional. En el transcurso del pasado III Encuentro judeocristiano, tras la intervención del Rabino Barylka, en el tiempo de coloquio, un prestigiosísimo catedrático de universidad española, con la mejor intención del mundo le preguntó si creía posible el encuentro entre judíos y cristianos y, en caso afirmativo, cuáles serían los medios precisos para lograrlo. Mi admirado amigo Yerahmiel se sonrió y le respondió: naturalmente que lo estimo posible, y los medios son estos encuentros. Siento por el catedrático en cuestión sincera amistad y respeto intelectual, y él me ha correspondido asistiendo a dos de los tres Encuentros celebrados hasta el momento. A pesar de ello ¡NO SE HABÍA ENTERADO!
Tanto en mi intervención en este III Encuentro Judeocristiano, publicado en este mismo blog, como en mi citado libro, apunto la necesidad, compartida por todos mis extraordinarios compañeros en este viaje, de asumir la misión, a la que hemos sido llamados judíos y cristianos, de ser “luz de las naciones”, “luz de las gentes”, para transformar la sociedad actual, en búsqueda de la regeneración ética de la misma: “Todo un quehacer que, para judíos y cristianos, corresponde en primer lugar y de modo eminente a los laicos, pues no es plausible plantearse la regeneración ética del mundo si no es desde dentro, desde el propio ámbito familiar, profesional, social, etc.” (José Barta. La encrucijada del pueblo elegido. 2015. Ed. Sekotia. Pag. 79).
Sin duda alguna, no solo comparto la declaración To Do the Will of Our Father in Heaven: Toward a Partnership between Jews and Christians, la aplaudo y deseo se produzcan otras muchas similares, pero entiendo que los Encuentros judeocristianos, para la regeneración de la sociedad actual (que este es su título completo) son como una segunda fase de este proceso, dado que supone pasar del dialogo cara a cara, al trabajo codo con codo; una segunda etapa imprescindible si realmente se desea el logro de una sociedad más humana, más al servicio del desarrollo de las potencialidades de la persona, y del respeto por su dignidad.