Intervención de José Barta, en el III Encuentro judeocristiano. Jueves, 19 de noviembre 2015
INDICE DE LA INTERVENCIÓN (puede acceder al PDF de la mismas aquí: El medioambiente como nuevo atrio de los gentiles
El sentido de esta Encíclica…………………………………………………………………………………. 2
Importancia de la naturaleza en si misma………………………………………………………….. 7
¿Era precisa una Encíclica para esto?…………………………………………………………………. 7
Luz de las naciones……………………………………………………………………………………………… 9
El nuevo Atrio de los gentiles……………………………………………………………………………. 10
Saber escuchar, aprender a preguntar……………………………………………………………… 12
La falsa objetividad tecnocrática………………………………………………………………………. 13
NOTAS:……………………………………………………………………………………………………………….. 18
El sentido de esta Encíclica
La primera de las tesis que quisiera apuntar, en esta intervención, es la de que la Encíclica Laudato Si debe entenderse como un autentico eje vertebrador de la Doctrina Social de la Iglesia, que está dirigida hacia la acción, sin la cual carecería de sentido.
¿Por qué debe considerarse como eje vertebrador de una materia sobre la que tantos y prestigiosos Papas han escrito?; por qué a mi entender destaca tres realidades que aúnan y justifican todo el ámbito de acción propio de la DSI: persona=familia; hábitat=creación y el trabajo.
Desde esta perspectiva entendemos y abarcamos todas las posibles acciones morales de la persona en las relaciones familiares, sociales, profesionales, económicas, políticas, espirituales,…
Avanzando en esta dirección, quisiera destacar el como la actual civilización posmoderna ha construido el mayor número de viviendas, por millar de personas, de la historia de la Humanidad. En el caso de España hemos visto, en el pasado boom, incrementarse el parque de viviendas por encima de las necesidades presentes y futuras, dado que este incremento coincide con una importante caída de la natalidad y de la inmigración, así como con el incremento de la emigración, que afecta principalmente a españoles con edades comprendidas entre 25 y 35 años, con la consiguiente caída en la creación de nuevas familias (medido en nuevos matrimonios religiosos o civiles, e incluso en uniones de hecho). Por estas causas, nos encontramos con la paradoja de que un mayor número de viviendas construidas se corresponde con una importantísima caída en la creación de hogares, de familias.
Históricamente, en algunos idiomas como el alemán, los términos casa y familia eran sinónimos. En algunos no existía más que el término casa para designar la familia.
Hoy en día esta vinculación debe matizarse. La experiencia inmobiliaria muestra como, a título de ejemplo, la creación de polígonos industriales, por sí solos, no son sinónimo de incremento de la actividad industrial; muchos municipios han comprobado como este tipo de acciones, lejos de atraer industrias, con la consiguiente creación de empleo, de riqueza, lo único que han generado es gastos irrecuperables y urbanizaciones muertas; con las viviendas sucede lo mismo, dado que no precede el inmueble a la familia, sino todo lo contrario.
Esta reflexión, como apuntaba anteriormente, no debe llevar a la conclusión de despreciar el espacio material sobre el que se desarrolla una familia, ya que sin él no es posible dicho desarrollo.
Y es que el hogar es fruto del habitar. Según la Real Academia de la lengua española, el habitar es sinónimo de vivir, de residir. A diferencia de los animales o las plantas, el hombre y la mujer tienen la capacidad de interactuar libremente con el hábitat donde se ubican y desarrollan; tienen capacidad para gestionar inteligentemente dicho desarrollo.
Hacer casa (hábitat) no es sino el ejercicio de dicha capacidad, conformando el espacio habitado en función de nuestras necesidades físicas y espirituales, y conformándonos, exterior e interiormente, por la asunción de las limitaciones de dicho espacio, así como por el descubrimiento de sus potencialidades.
Es desde esta perspectiva el que se comprende que, como afirma el profesor Rafael Alvira, la casa es anterior a cualquier edificación que se realice; porque presupone un proyecto de desarrollo humano.
Por otra parte, esta acción continuada, este “aplicarse con esfuerzo a la realización de” un espacio habitable para la familia, este hacer casa, se identifica plenamente con lo que es la acción de trabajar, con el trabajo, según la definición de la citada Real Academia española, en sus acepciones 7, 10 y 14. (1)
Sobre la importancia del trabajo para la persona he escrito en numerosas ocasiones, motivado principalmente por la cruel crisis que provoca el desempleo, pero en este momento más que resaltar su incidencia en el desarrollo de la personalidad humana, lo que deseo es ahondar en la naturaleza del trabajo y su papel en el hacer hogar. La acción de trabajar surge del interior de la persona y se proyecta hacia el exterior, modificándolo, transformándolo, enriqueciéndolo; pero el desarrollo de esta acción exterior de la persona incide igualmente en el interior de la misma, produciendo el mismo efecto de modificación, transformación, enriquecimiento.
El trabajo es un proceso que exige entrega, dación de sí, por lo que terminamos “reconociéndonos” en el resultado, en el fruto de dicho trabajo; algo que nos lleva a considerar la realidad transformada como algo “propio”, porque tiene parte de nosotros. Por esto es por lo que no se puede considerar trabajo la acción animal, o la acción de una máquina. Y es desde esta perspectiva, en la tarea de hacer casa, de hacer familia, desde la que el trabajo humano adquiere su autentico sentido, aun cuando las labores domesticas no aparezcan reflejadas en los medidores de creación de riqueza económica (PIB) de una comunidad.
Hace un momento hemos contemplado la casa como el espacio que permite el desarrollo de una familia, es decir del de cada uno de sus miembros, como consecuencia del esfuerzo de todos ellos en un mismo “sentir” y en un mismo “querer”. Resulta evidente que este proceso no surge de manera espontanea, exigiendo a cada uno de los miembros de la familia un esfuerzo continuo (trabajo) en función de sus respectivas responsabilidades=capacidades. De esta manera la personalidad, “intimidad” de cada integrante, lejos de aislar fortalece el sentido de “comunidad”, que a su vez refuerza el desarrollo de cada “intimidad”.
Es en este entorno en el que crece y se desarrolla la confianza como elemento configurador de las relaciones sociales. Es en este entorno en el que se desarrolla el espíritu de responsabilidad frente a los demás. Confianza y responsabilidad que, sin la convivencia familiar, se ha comprobado sufren un desarrollo raquítico, insuficiente para constituir sociedades justas y estables. Y esto es debido a que solo en la familia, entendiendo esta desde su concepción judeocristiana, cada miembro puede manifestarse sin temor, como realmente es, pues solo en ella se es aceptado de modo absoluto, incondicional, dado que el vínculo de unión es el amor reciproco. Quizás ahora podamos entender el autentico alcance de que el Papa Francisco haya subtitulado su Encíclica con la expresión “Sobre el cuidado de la casa común”
El término casa abarca toda la naturaleza material creada, mientras que el término común abarca a toda la familia humana.
Laudato Si supone una llamada a la asunción de la responsabilidad moral que cada persona tiene respecto a toda la naturaleza (medioambiente) y al resto de la humanidad, en particular los más débiles y desprotegidos (como sucede en las familias), que debe orientar toda su acción, en especial su trabajo, ya que todo esto se corresponde con un proyecto de desarrollo de origen divino.
Esta visión es la que permite dar respuesta a aquellos que entienden que el contenido de Laudato Si resulta disperso, por su multifocalidad.
En mi opinión, desarrollada anteriormente, sucede todo lo contrario, dado que algo tan evidente como el que la naturaleza, el medioambiente en el que toda persona necesariamente desarrolla su vida, es objeto de acciones morales, se había marginado a un segundo plano en el ámbito de la teología moral, subordinándose a la incidencia de dichas acciones en las personas. A partir de ahora no será posible defender esta postura, ya que Francisco ha mostrado la intima unidad existente entre naturaleza y humanidad, casa y familia humana, que se ordenan necesariamente a Dios, integrándose en la naturaleza de la misión recibida por cada hombre y mujer. Pero esta unidad no supone subordinación incondicional de la naturaleza al hombre, dado que la misma no ha sido creada para él, algo que no está reñido con considerar que la gestión de la naturaleza forma parte de los talentos recibidos de Dios, de los que deberán dar cuenta cada hombre y mujer.
Si hasta ahora por Doctrina Social de la Iglesia entendíamos principalmente una doctrina dirigida a orientar la conducta de las personas hacia las personas, como bien se refleja en la conocida definición de Joseph Höfner (2), desde ahora el cuidado de la naturaleza creada será inseparable del estudio de la misma, al ser expresamente identificada dentro del ámbito de responsabilidad moral de la persona, en el desarrollo de sus acciones u omisiones, dado que toda la naturaleza ha sido creada para dar gloria a Dios y contribuir al fin de toda persona, y estas no pueden arrebatar dicha gloria, ni mutilar dicha contribución. En cuanto a aquellos que todavía quieran defender la total subordinación de la naturaleza material a los intereses particulares del hombre y de la mujer, sin las consiguientes responsabilidades, en los supuestos en que esta subordinación provoque degradación de la misma, conviene que recuerden que Dios, en los días previos a la creación del hombre y de la mujer, tras cada jornada creacional vio que lo creado era “bueno”, esta bondad no se daba en función de su utilidad para al ser humano, esta bondad se subordina exclusivamente a la gloria de Dios.
Como resumen de esta primera parte de mi exposición, quiero reiterar que el valor esencial de esta Encíclica se encuentra su valoración sobre la responsabilidad moral que toda persona tiene frente a la naturaleza, casa común de la humanidad, creada para gloria de Dios, y frente al resto de la humanidad, en la misma medida en que todos y cada uno de los miembros de una familia son responsables del legado de la misma frente a los actuales y futuros miembros.
Importancia de la naturaleza en si misma
La Encíclica aporta numerosos textos de la Escritura, pero quiero centrar la atención en dos, que se corresponden respectivamente con el Antiguo y el Nuevo Testamento, y que me resultan muy significativos:
Salmo 148 (3), que según San Juan Pablo II “(…) constituye un verdadero «cántico de las criaturas», una especie de Te Deum del Antiguo Testamento, un aleluya cósmico que implica todo y a todos en la alabanza divina.” (Audiencia general del miércoles 17 de julio de 2002). En este Salmo, la alabanza de los Ángeles, así como la de los seres inanimados, y la de los vegetales y la de los animales, incluso la de los fenómenos atmosféricos, preceden a la alabanza del hombre, por lo que no precisan de él para dar cumplimiento a la misma, cada uno en virtud de su propia naturaleza. Una tradición rabínica afirma que esto lo estableció Dios así para impedir que el hombre se vanaglorie se su aparente poder, y se sepa mero administrador de aquello que solo pertenece al Creador. Algo que engarza plenamente con mi anterior comentario sobre lo expresado por el Señor tras cada jornada creacional.
Apocalipsis 11:18 (4). Esta cita no se recoge en la Encíclica de Francisco, pero me parece muy ilustrativa, ya que se corresponde con un texto en el que se describen los sucesos acaecidos tras el toque de trompeta del séptimo ángel. Tras dicho toque se anuncia el juicio a toda la humanidad, la llegada del tiempo en que se hará justicia, proclamando expresamente el castigo “de destruir a los que destruyen la tierra”. La expresión “destruyen la tierra” no es una referencia genérica a los que hacen el mal, ya que va precedida de una clasificación exhaustiva de sujetos morales, adquiere un carácter descriptivo que se puede asociar perfectamente a aquellos que destruyen la naturaleza creada, el medioambiente.
¿Era precisa una Encíclica para esto?
Laudato Si ha suscitado cierta controversia entre los que piensan que se ofrece el apoyo de un documento de carácter “magisterial” a “teorías” y “conclusiones científicas” poco fundadas, incluso manifiestamente erróneas, así como entre aquellos que consideran que se especifican acciones que poco tienen que ver con la finalidad de una encíclica, llegando algunas a rayar en anécdotas simplistas, como la propuesta de cuidar el encender y apagar las luces.
Sin perjuicio de mi tesis, apuntada en el inicio de esta presentación, sobre la visión unitaria que esta Encíclica aporta al conjunto de la DSI, por la cual ya se justificaría su existencia, un importante número de las teorías y conclusiones argüidas en contra de algunos de los argumentos y propuestas recogidos en la misma, pueden ser también calificados de insuficiente rigor técnico-científico, olvidando que la finalidad propia de la DSI la debe llevar a la “apertura atenta y constante a las ciencias (algo que la) proporciona (…) competencia, concreción y actualidad. Gracias a éstas, la Iglesia puede comprender de forma más precisa al hombre en la sociedad, hablar a los hombres de su tiempo de modo más convincente y cumplir más eficazmente su tarea de encarnar, en la conciencia y en la sensibilidad social de nuestro tiempo, la Palabra de Dios y la fe, de la cual la doctrina social « arranca ».” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. Punto 78).
En lo que se refiere a aquellos críticos a los que les parece, algunas propuestas, excesivamente pormenorizadoras, parecen desconocer que la constante de este tipo de Encíclicas ha sido la de salir al paso de problemas concretos, sirviéndose de todas las aportaciones provenientes de cualquier saber, adquiriendo una importante dimensión interdisciplinar en sus análisis y sugerencias. “Aunque la tarea más noble de la doctrina social de la cristiana es investigar los fundamentos metafísicos, éticos y teológicos de la sociedad, tiene que estar siempre atenta a comprender los <signos de los tiempos> (Mt 16,3). De lo contrario corre el peligro de caer en una abstracción intemporal, aunque siga siendo fiel a los principios.” (Manual de doctrina social cristiana, Joseph Höfner. Ed. Rialp, 1983. Pg.: 17).
En definitiva, aquellos que denuncian la banalidad intelectual del Papa Francisco al recoger hipótesis y sugerir acciones concretas, olvidan que la Doctrina Social “se orienta a la acción. El mensaje social del Evangelio no debe considerarse como una teoría sino, por encima de todo, un fundamento y estímulo para la acción” (Centesimus Annus 57)
Luz de las naciones
Debo reconocerles que, con parecerme extraordinariamente importante todo lo que afecta a una mejor comprensión de la Doctrina Social de la Iglesia, lo que realmente me apasiona es el encuentro fraterno entre judíos y cristianos. Es este el principal motivo que nos ha reunido hoy aquí; este y la convicción reciproca de que nos encontramos viviendo en medio de una sociedad que ignora que se encuentra en una profunda crisis de valores convivenciales, una crisis de raíces antropológicas dado que afecta al concepto de persona, y con ello al de familia, de trabajo, al concepto de relaciones sociales, comerciales y políticas, afectando necesariamente a la degradación de la noción de Naturaleza. Se ha impuesto la convicción de que no existe una única verdad: todo es relativo, sin percatarse de que esta “cultura del relativismo es la misma patología que empuja a una persona a aprovecharse de otra y a tratarla como mero objeto, obligándola a trabajos forzados, o convirtiéndola en esclava a causa de una deuda. Es la misma lógica que lleva a la explotación sexual de los niños, o al abandono de los ancianos que no sirven para los propios intereses.” (Laudato Si, 123)
“Esta es la extraordinaria tarea que se nos encomienda especialmente a judíos y cristianos, recuperar el sentido de transcendencia de la persona, en su percepción de sí misma, de los demás y de la naturaleza en la que habita y sobre la que tiene responsabilidades que asumir. Toda una autentica revolución pendiente, que exige en primer lugar una autentica conversión personal.” (José Barta. La encrucijada del pueblo elegido. 2015. Ed. Sekotia. Pag. 78)
“Porque no será posible comprometerse en cosas grandes sólo con doctrinas sin una mística que nos anime, sin «unos móviles interiores que impulsan, motivan, alientan y dan sentido a la acción personal y comunitaria»” (Laudato Si, 216).
“Si «los desiertos exteriores se multiplican en el mundo porque se han extendido los desiertos interiores», la crisis ecológica es un llamado a una profunda conversión interior.” (Laudato Si, 217)”
El nuevo Atrio de los gentiles
“Todo un quehacer que, para judíos y cristianos, corresponde en primer lugar y de modo eminente a los laicos, pues no es plausible plantearse la regeneración ética del mundo si no es desde dentro, desde el propio ámbito familiar, profesional, social, etc.” (José Barta. La encrucijada del pueblo elegido. 2015. Ed. Sekotia. Pag. 79)
Me viene a la memoria unas palabras pronunciadas por Benedicto XVI, el 21 de diciembre de 2009, en un discurso a la Curia Romana: “Creo que la Iglesia debería abrir también hoy una especie de “atrio de los gentiles” donde los hombres puedan entrar en contacto de alguna manera con Dios sin conocerlo y antes de que hayan encontrado el acceso a su misterio, a cuyo servicio está la vida interna de la Iglesia. Al diálogo con las religiones debe añadirse hoy sobre todo el diálogo con aquellos para quienes la religión es algo extraño, para quienes Dios es desconocido y que, a pesar de eso, no quisieran estar simplemente sin Dios, sino acercarse a él al menos como Desconocido”.
Llevo años defendiendo que el marco de dialogo más idóneo entre creyentes, y entre estos y los no creyentes, es el comprendido como objeto de estudio por parte de la Doctrina Social de la Iglesia.
Francisco ha afianzado dicho convencimiento, llevando dicho ámbito de dialogo a todos y cada uno de los intereses y actividades de la vida corriente de toda persona, incluidos los ámbitos científicos considerados más en la vanguardia del desarrollo social, y con planteamientos en ocasiones abiertamente contrarios a la fe en un Dios todopoderoso, creador de la tierra y del hombre.
A este respecto resultan extraordinariamente significativas algunas de las conclusiones de la encuesta publicada por el instituto PEW el pasado 22 de octubre 2015, bajo el título Religión y Ciencia, que valora la percepción que los estadounidenses tienen respecto a la entrada en conflicto entre lo que cree la religión y prueba la ciencia. En la misma podemos apreciar un crecimiento de aquellos que opinan que no son fácilmente compatibles las verdades morales religiosas (familia, aborto, eutanasia, etc.) con las “verdades científicas”. Desde 1999 hasta 2014, el porcentaje de ciudadanos norteamericanos que consideran incompatible la fe en el Dios de la Biblia con los nuevos descubrimientos científicos, ha crecido del 11% al 24%. ¡Más del doble en 15 años! ¡Muy mal lo estamos haciendo los creyentes, para que se haya producido este retroceso en relación con la fe que dio origen a la civilización de la libertad y de la búsqueda de la verdad!
Nuestra civilización está experimentando un deterioro moral inversamente proporcional al crecimiento tecnológico. El incremento de poder que nuestra tecnología proporciona, como denuncia el Papa en Laudato Si, si no va acompañado del crecimiento en los compromisos éticos, genera cada día mayores injusticias y exclusiones personales. Las manifestaciones de esta afirmación se reproducen por doquier, y no se limitan a las altas esferas de poder mundial, prácticamente todos los ámbitos de la sociedad se encuentran afectados, llegando a las mismas escuelas infantiles, en las que encontramos cada día mayores manifestaciones de acoso escolar, apoyadas en las nuevas tecnologías.
Judíos y cristianos compartimos una misma convicción, fruto de compartir la misma revelación: estamos llamados a ser luz de las gentes. La luz da seguridad, paz, felicidad…La luz proviene de la verdad. Urge salir al encuentro de nuestros conciudadanos, para mostrarles con nuestra vida el autentico rostro de Dios.
Como ya he comentado, el Papa Francisco ha situado ese nuevo “atrio de los gentiles”, ese patio de encuentro con todos los hombres, en el ámbito de la vida ordinaria de todos los ciudadanos, en el seno del hogar, en el lugar de trabajo, en todos aquellos sitios y actividades en los que, creyentes y no creyentes, coinciden de igual a igual en el desarrollo de sus quehaceres ordinarios; es misión nuestra procurar la coherencia en nuestra vida y buscar dicho encuentro (5).
En mi libro “La encrucijada del Pueblo elegido” alerto contra la degradación ética que la sociedad actual está sufriendo en ámbitos tan vinculados con el concepto de persona como el respeto por la vida del no nacido, o la del gran dependiente, el valor de la familia, el sentido del trabajo, la sobrevaloración del consumo de bienes y servicios, y tantos otros, que confluyen en un concepto utilitarista de persona, que podría avocar a una tragedia superior a la sufrida en la primera mitad del siglo pasado. Algo que algunos piensan que ya se está produciendo.
Saber escuchar, aprender a preguntar
Una de las características principales de la cultura judeocristiana es la de ESCUCHAR. Saber escuchar a los hombres, y a la naturaleza, es condición necesaria para poder escuchar a Dios; el saber escuchar es imprescindible para hacer oración, ya que esta consiste en un dialogo con el creador. Abrahán supo escuchar, y lo mismo le sucedió a Isaac, a Jacob, al Patriarca José, a Moisés, a David, a María de Nazaret y a tantos y tantos otros referentes de nuestra fe común.
Pero el escuchar va acompañado del PREGUNTAR, elemento clave en toda conversación, sin el cual asistiríamos a una sucesión de monólogos. Judíos y cristianos tenemos también una tradición milenaria de ejercicio en la acción de preguntar. Y la pregunta es como la llave del dialogo, del encuentro de interioridades, que en eso consiste el dialogar de las personas. A los ejemplos reseñados anteriormente no puedo dejar de incorporar el delicioso dialogo que se desarrolla en el Seder de Pesaj (la Cena de Pascua judía, con la que se conmemora la salida de Egipto), que inician los más pequeños de la familia formulando cuatro preguntas al que preside o hace cabeza en la cena (6).
La sociedad actual, agnóstica y ecléctica, caracterizada por el desarrollo de tecnologías al servicio de la comunicación, ha perdido la capacidad de dialogar. La ausencia de dialogo aísla a las personas, aun cuando se encuentren en medio de una multitud y equipados con los más modernos equipos de comunicación.
Hoy en día nos encontramos infinidad de personas solas, con soledad de multitudes. Judíos y cristianos podemos enseñar a preguntar y a escuchar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
Vivimos en una sociedad en la que, quizás más que nunca, se alardea de libertad y de dignidad, pero nunca antes el hombre y la mujer se han visto más condicionados en sus decisiones de todo tipo, incapaces de contrarrestar las de aquellos, unos pocos, que se sienten interpretes y únicos garantes de las ansias y necesidades de la mayoría, sin dar la mínima opción a discrepar, calificando a quienes lo hacen bien de inmovilistas, bien de antisistemas.
Hoy más que nunca, aquellos que se muestran incapaces de dar respuesta a los retos materiales de cuantos dependen de ellos, asumen la pretensión de hacerlos felices. Una felicidad que pasa por convertir al ser humano en un pertinaz consumidor. Degradar el sentido de la vida de las personas a la búsqueda de la felicidad en el mero consumo de “bienes” materiales, no deja de ser una innovadora modalidad de esclavitud.
La falsa objetividad tecnocrática
En este Encuentro vamos a tratar sobre muchos problemas de actualidad, algunos vendrán acompañados de soluciones, no es esta necesariamente la intención, dado que lo que se pretende es alentar a la reflexión conjunta creyentes y no creyentes, con deseos de mejorar nuestra sociedad, aunando esfuerzos, conocimientos, experiencias; creando centros de encuentro abiertos a todos, en los que seguir dialogando; con ello habremos comenzado a resolver realmente dichos problemas.
El hombre y la mujer actuales parece que precisan sentir que todo aquello que les rodea, sea en la esfera de lo privado, sea en la de lo público, se encuentra bajo control. De aquí la perplejidad inicial, y posterior indignación y búsqueda de “responsables”, por parte de la opinión pública, ante aquellos acontecimientos que sencillamente podrían calificarse de “accidentales”, es decir de “sucesos eventuales o acciones de los que resulta daño involuntario para las personas o las cosas” (RAE. Edición Tricentenario).
A esta situación psicosociológica, pienso que se ha llegado en parte como consecuencia de la continua “venta”, por parte de los máximos responsables de la acción política, financiera, sanitaria, … de la “objetividad” irrefutable de las decisiones que adoptan, que avalan con multitud de supuestos argumentos cientifistas y tecnocráticos, con el objetivo de convertir sus propias decisiones en opciones únicas, irremplazables, por ello ajenas a cualquier tipo de responsabilidad moral.
De esta manera se consolida la figura del tecnócrata como garante último de acciones políticas, financieras, sanitarias, reformas legales, etc. Se elimina el ámbito de la libertad personal, sacrificándolo en aras de eludir la responsabilidad subsiguiente. De esta forma los responsables políticos y empresariales de estas acciones, se justifican por la “imposibilidad” de no aplicar lo que el desarrollo científico, o técnico imponen.
Dado que esta actitud no se corresponde con la verdad, estos mismo personajes se ven abocados a vivir y “vender” una permanente mentira, falseando todo aquello que contradiga sus afirmaciones y decisiones.
No es difícil llegar a la conclusión de que la permanente ocultación de la existencia de otras posibles opciones – soluciones – para los problemas más controvertidos, termina por corromper las conciencias de muchos de los profesionales responsables de dichas decisiones, llevándoles a olvidar que cualquier opción científica, o técnica, supone una opción moral.
Los tecnócratas no son profesionales imbuidos de una visión clarividente sobre la esencia “última” y “verdadera” de la naturaleza de las personas y de la sociedad creada por ellas, algo que les lleva a adoptar las únicas soluciones posibles, desde una perspectiva exclusivamente científica. En realidad son profesionales que seleccionan, entre posibles soluciones, condicionados por su mayor o menor competencia profesional, así como por una jerarquía de valores que les lleva a antepone unos intereses a otros.
La mentira como instrumento de gestión al servicio del poder no resulta nada nuevo. San Agustín, ese profeta de nuestro tiempo, ya denunciaba el que, para muchos gobernantes, el bien del Estado, el bien de las “instituciones” que soportan a dicho Estado, justificaba atentar contra la verdad. Pensadores romanos tan eruditos como Escévola y Varrón, anteriores a nuestra era, justificaban que “hay muchas cosas verdaderas que no conviene que sean conocidas por el vulgo, y otras que, aunque falsas, conviene que el vulgo las piense” (De civitate Dei. 125. San Agustín). Estas palabras podría haberlas pronunciado Goebbels, …o Nixon,…o la mayoría de los gobernantes europeos, de los últimos diez años, que “entendían” que no resultaría conveniente informar sobre la realidad de la crisis económica a los ciudadanos que les habían elegido para gestionarla,…o los miembros del actual Gobierno de España…
Mentiras que se soportan en principios antropológicos concretos (no todas las personas son iguales, por lo que se debe gestionar su ¿libertad?), y que llegan a proyectarse en el tiempo, hacia delante, condicionando el trabajo de científicos y técnicos, que aceptan como verdades objetivas lo que no es más que ideología generalizada, aceptada sin discusión ni confrontación alguna.
Me gustaría terminar poniendo algunos ejemplos de cómo inciden los criterios ideológicos, asumidos como principios técnicos/científicos, en la adopción de soluciones que condicionan el desarrollo de la sociedad, de las personas:
- Desempleo: al poco de comenzar el Gobierno Rajoy, uno de los numerosos asesores, de su gabinete de presidencia, me requirió para que aportara ideas que aceleraran la reducción del paro. Tras una prolongada reunión, mi respuesta final parece que no se correspondía con lo que esperaban de estas demandas de ayuda, dado que no volvió a contactar conmigo: “se debe contar con los desempleados, concluí, escuchándoles dado que ellos son los que mejor conocen sus limitaciones y capacidades, ayudándoles a materializarlas en la búsqueda de empleo, o en la generación de nuevos trabajos que creen empleo. Esta actitud implicará acciones concretas de dialogo multilateral, dado que será preciso interrelacionar a los propios parados, fomentando la colaboración trasversal, que ayude superar las limitaciones individuales y potencie las respectivas capacidades. La actual tecnología de la información facilitará este proceso llevándolo a resultados inimaginables, y reforzando la vertebración social”
La principal riqueza de una nación son las personas que la integran; creer esto implica contar con los afectados en la búsqueda de soluciones a los problemas sociales, políticos, económicos, etc.
La aparente falta de coherencia, entre lo que se dice creer y lo que se practica, no es tal; las acciones manifiestan las autenticas creencias. No suele existir incoherencia, suele ser simulación. Limitarse a desarrollar políticas de subsidio – que pueden ser necesarias, en último extremo – supone apostar por la degradación de las personas subsidiadas, desplazándolas de ser sujetos a ser objetos de acción; asociándolas a la condición de “mantenidas”, en detrimento profundo de su libertad de hacer, de decir y de pensar.
- Sistema financiero: el actual sistema en España es difícil que contribuya a la creación de nuevo tejido empresarial al ritmo que nuestra necesidad de empleo demanda, dada su manifiesta incapacidad de financiación, así como lo disparatado de su política de demanda de garantías, a lo que une altos precios en confrontación con el bajo coste que el dinero tiene para él.
Cuando lo que necesitamos es una nueva caja postal, o nuevas cajas locales, próximas a la realidad de las pequeñas economías, el sistema apuesta por las macrocorporaciones financieras, incapaces de escuchar a los pequeños empresarios y a los autónomos, que son valorados como meras estadísticas en lugar de personas concretas.
El actual sistema financiero español no se encuentra al servicio de las personas, se sirve de ellas; y todo el Estado parece que se ha puesto al servicio de ello. Realmente nos encontramos muy lejos de la economía social de mercado, que propugna nuestra Constitución. Me atrevo a afirmar que se encuentra muy lejos incluso de una pura economía de mercado, dada la continua intervención del estado para compensar sus errores y desequilibrios, en perjuicio de la mayoría de los ciudadanos, de los que podríamos denominar economía real.
Estoy convencido de que, en este ámbito, encontraran extraordinariamente atractiva la exposición del profesor García Echevarría
- El urbanismo de los últimos cien años se ha venido acometiendo de espaldas a las necesidades de encuentro de las personas, necesidades derivadas de su propia naturaleza, en la que se conjuga la individualidad con la sociabilidad. El desarrollo, o la recuperación, de muchos conjuntos urbanos se ejecuta, salvo excepciones, ignorando las tradiciones culturales y sociales, así como las necesidades espirituales de las personas que vivirán en ellos.
De esta manera es como se explica la creación de la Ciudad Lineal, diseñada por Arturo Soria, que se construyó pensando en la circulación de tranvías, no en la creación de espacios de encuentro entre personas. O Sanchinarro, que gira alrededor de una gran superficie comercial, como canto al consumismo; o la vieja urbanización del Conde de Orgaz, o la nueva de la Finca, ambas identificadas por la creación de construcciones a la defensiva de la sociedad, donde unos pocos, de muy alto poder adquisitivo, conviven entre sí, aislados de aquellos que no forman parte de su estatus económico: en la primera mediante chalet bunquerizados, en la segunda con toda una urbanización atrincherada con todo tipo de medios defensivos. Si así viven los actuales y futuros dirigentes de nuestra sociedad ¿qué podremos esperar de este perfil de dirigentes, ajenos a la realidad de la inmensa mayoría de ciudadanos?.
- La educación, sector en el que actualmente me encuentro presente, como Presidente de una prestigiosa institución de enseñanza, con más de 50 años de existencia, se encuentra marcada desgraciadamente por intereses espurios, que tienden a instrumentalizarla, favoreciendo la masificación intelectual, en detrimento del desarrollo integral de cada persona, confundiendo educar con domesticar, como muy bien denuncia el profesor José Fernando Calderero.
Confío en que realmente les resulte útil este III Encuentro judeocristiano; dada la calidad de los participantes, entre los cuales se encuentran todos los asistentes, en la medida que hagan uso de la palabra, estoy convencido de así será.
Muchas gracias.
José Barta
Consultoría estratégica.
Director Encuentros judeocristianos AEDOS
NOTAS:
- (1) trabajar (Según RAE. Edición Tricentenario)
Del lat. vulg. *tripaliāre ‘torturar’, der. del lat. tardío tripalium ‘instrumento de tortura compuesto de tres maderos’.
- intr. Ocuparse en cualquier actividad física o intelectual. Trabajar en la tesis doctoral. Trabaja poco y mal.
- intr. Tener una ocupación remunerada en una empresa, una institución, etc. ¿Trabajas o estudias?
- intr. Ejercer determinada profesión u oficio. Trabaja COMO periodista. Trabaja DE jardinero.
- intr. Dicho de una máquina: funcionar. La computadora trabaja según un programa determinado.
- intr. Dicho de un establecimiento o de un organismo: Desarrollar su actividad.
- intr. Colaborar o mantener relaciones comerciales con una empresa o entidad. Siempre trabajamos con la misma agencia de viajes.
- intr. Intentar conseguir algo, generalmente con esfuerzo. Trabajar por la paz.
- intr. Dicho de una cosa: Obrar o producir un efecto. La naturaleza trabaja para vencer la enfermedad.
- intr. Constr. y Mec. Dicho de una cosa o de una parte de ella: Sufrir la acción de los esfuerzos a que se halla sometida.
- tr. Aplicarse o dedicarse con esfuerzo a la realización de algo. Este curso ha trabajado mucho las matemáticas. U. t. c. prnl. Se ha trabajado el ascenso.
- tr. Elaborar o dar forma a una materia. Trabajar la madera, el cuero.
- tr. Cultivar la tierra. Trabajar el campo.
- tr. ejercitar (usar reiteradamente una parte del cuerpo). Deberías trabajar los músculos de las piernas.
- tr. Tratar de influir en alguien para lograr lo que se desea de él. Trabajó a su marido para hacerle cambiar de opinión. U. t. c. prnl. Trabajarse a un cliente.
- tr. mortificar (‖ afligir, desazonar). Lo trabajaba la idea de la muerte.
- tr. dañar (‖ causar perjuicio). Los años la han trabajado ya bastante.
- tr. Dep. En equitación, ejercitar y amaestrar el caballo.
- tr. coloq. Ven. Dicho de un brujo o de un curandero: Ejercer su arte. U. t. c. intr.
- (2) “(…) el conjunto de conocimientos adquiridos por la filosofía social (a partir e la naturaleza humana, en condición esencialmente sociable) y por la teología social (a partir del orden cristiano de la salvación) sobre la esencia y el orden de la sociedad humana y sobre las normas en ellos fundadas, aplicables a la respectiva situación histórica y su función ordenadora.” (Joseph Höfner. Manual de doctrina social cristiana, Ed. Rialp, 1983. Pg.: 17)
- (3) Salmo 148 (Biblia de Jerusalén)
1Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
2Alabadlo, todos sus ángeles; alabadlo, todos sus ejércitos.
3Alabadlo, sol y luna; alabadlo, estrellas lucientes.
4Alabadlo, espacios celestes
y aguas que cuelgan en el cielo.
5Alaben el nombre del Señor, porque él lo mandó, y existieron.
6Les dio consistencia perpetua y una ley que no pasará.
7Alabad al Señor en la tierra, cetáceos y abismos del mar,
8rayos, granizo, nieve y bruma,
viento huracanado que cumple sus órdenes,
9montes y todas las sierras, árboles frutales y cedros,
10fieras y animales domésticos, reptiles y pájaros que vuelan.
11Reyes y pueblos del orbe, príncipes y jefes del mundo,
12los jóvenes y también las doncellas, los viejos junto con los niños,
13alaben el nombre del Señor, el único nombre sublime.
Su majestad sobre el cielo y la tierra;
14él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles, de Israel, su pueblo escogido.
- (4) “Las naciones se habían encolerizado; pero ha llegado tu cólera y el tiempo de que los muertos sean juzgados, el tiempo de dar la recompensa a tus siervos los profetas, a los santos y a los que temen tu nombre, pequeños y grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra.” (Apocalipsis 11:18. Biblia de Jerusalén)
- (5) “Es preciso, y urgente, acometer un dialogo “orientado al cuidado de la naturaleza, a la defensa de los pobres, a la construcción de redes de respeto y de fraternidad. Es imperioso también un diálogo entre las ciencias mismas, porque cada una suele encerrarse en los límites de su propio lenguaje, y la especialización tiende a convertirse en aislamiento y en absolutización del propio saber. Esto impide afrontar adecuadamente los problemas del medio ambiente. También se vuelve necesario un diálogo abierto y amable entre los diferentes movimientos ecologistas, donde no faltan las luchas ideológicas. La gravedad de la crisis ecológica nos exige a todos pensar en el bien común y avanzar en un camino de diálogo que requiere paciencia, ascesis y generosidad, recordando siempre que «la realidad es superior a la idea»”. (Laudato Si, 201)
- (6) “La Hagadá de Pésaj, o narración de la Noche de Pascua, se encuentra integrada por numerosos textos de muchas épocas diferentes. Estos pueden variar según las costumbres (tradición) de cada comunidad, e incluso de cada familia. Los mismos abarcan desde los tiempos bíblicos, con la salida de Egipto al mando de Moisés, pasando por la Edad Media, pudiendo llegar – en algunas familias – a narraciones sobre el Holocausto y la rebelión del guetto de Varsovia contra los nazi (iniciada en la primera noche del Pésaj del año 1943). Algunas narraciones incorporan textos de poetas hebreos medievales y modernos; en cualquier caso el estilo de la misma debe cumplir con el objetivo que persigue, contenido en el mandato bíblico: “Y le relatarás a tu hijo (la historia del éxodo de Egipto)” (Ex. 13,8).
En este espíritu, es el menor, o los menores, de la familia (o del grupo de familias), los que se dirigen a su padre, o a quien preside la cena, para formularle las conocidas cuatro preguntas que empiezan con las palabras Má nishtaná “¿En qué se diferencia (esta noche de Seder de otras noches del año)?” y con eso da lugar a que comience la narración.
El Talmud de Jerusalén sólo registra tres preguntas: ¿por qué los alimentos se sumergen dos veces?, ¿por qué se come Mazot? y ¿por qué se come asada la carne del cordero sacrificado? El Talmud Babilónico cita cuatro preguntas: ¿por qué se come Mazot?, ¿por qué se come Maror?, ¿por qué se come asada la carne del cordero sacrificado? y ¿por qué la comida se sumerge dos veces? Como el sacrificio pascual no fue comido después de la destrucción del templo, en algunas ocasiones la pregunta acerca de la carne se eliminó, por lo que algunas comunidades añadieron una nueva pregunta a la liturgia para reemplazarlo: “¿por qué nos reclinamos en esta noche?” (José Barta. La encrucijada del pueblo elegido. 2015. Ed. Sekotia. Pag. 217)