José Barta, 21 de julio 2015
Ya manifesté hace años mi desconfianza respecto a la “capacidad empática” de una persona como Merkel, ex militante del Partido Comunista de la Alemania del Este, educada en el seno de una rígida familia luterana y formada intelectualmente como Química Cuántica, a la hora de discernir aquellas políticas que antepusieran los beneficios a las personas frente a los beneficios a las “instituciones”. Mi desconfianza se ha mostrado más que justificada, convirtiéndose en toda una profecía.
Y no es que tenga nada en contra de los químicos cuánticos, ni de los luteranos, ni siquiera de los antiguos miembros del partido comunista más radicalizado de la antigua Europa; lo que sucede es que entiendo que todo junto es prácticamente imposible de superarse, para dar luz a un líder socialmente comprometido y amante de la libertad, salvo intervención milagrosa, en la que la señora Merkel no cree.
Mis temores se han visto desbordados a extremos inimaginables dado que a la presencia activa de Merkel se ha unido la de toda una coral de gobernantes europeos, entre los que se encuentran Rajoy y De Guindos, para los que las personas no son lo importante en la acción política. No ya lo único importante, no, ni siquiera lo menos importante, dado que no se cuenta con ellas a la hora de imponer cualquier tipo de política sin tener en cuenta las consecuencias, a corto y a medio, que puedan tener sobre ellas. Sobre su salud mental, física, su capacidad de crecimiento espiritual, el menosprecio a su experiencia profesional, familiar, social…Lideres que actúan manifestando que el bien más preciado de una nación son determinadas instituciones, por las que es licito sacrificar a las personas.
Unos gobernantes que legislan no solo a espaldas de los propios electores (de aquí el grandísimo crimen cometido en Grecia, con la convocatoria de un referendo, que ha sido preciso expiar dando un “castigo” ejemplar), incluso en contra de los intereses de esas mismas personas. Ya hablaré dentro de unos días de la complicidad de numerosos “académicos” y “expertos” paniaguados, hoy me limitaré a mostrar la diferencia de la política comunitaria actual con respecto a la que se tuvo al comienzo de los años 50 con la endeudada y empobrecida Alemania, que logró salir adelante porque los líderes de los países acreedores vieron personas en los alemanes, en lugar de nazis derrotados.
Todo comienza con el Tratado de Versalles, que pone fin a la 1ª Guerra Mundial, en el que se establecen compensaciones económicas para aquellas naciones que fueron atacadas, algunas incluso invadidas, por la Alemania de Guillermo II. Dicho tratado ha sido acusado de extremadamente duro, algo que facilitó la subida de Hitler al poder. Sin perjuicio de que esta conclusión es difícilmente demostrable, si la admitiéramos como válida supondría el primer argumento para hacer uso de extremada prudencia a la hora de tratar las actuales deudas de países de Grecia, que no tiene en su pasado reciente el haber sacrificado la vida de alemanes, ni franceses, ni españoles, ni…
La Alemania gobernada por Hitler dejó pronto de pagar la deuda pendiente.
Al finalizar la 2ª Guerra Mundial, también iniciada por Alemania, se procedió a plantear las correspondientes compensaciones por los innumerables daños materiales y personales producidos. Esta decisión habría supuesto el empobrecimiento de dicho país a lo largo de muchos años, dificultando su recuperación como potencia económica de Europa.
El empobrecimiento que los distintos compromisos económicos habrían supuesto para la población alemana, llevó a los países acreedores a buscar soluciones que no solo no dificultaran la recuperación de los alemanes, incluso que incentivara su actividad económica, acelerando su desarrollo.
Así surgió el denominado Acuerdo, sobre la Deuda externa de Alemania, de Londres en 1953 (londoner Schuldenabkommen) ; las negociaciones duraron desde el 27 de febrero al 8 de agosto de 1953. Los países firmantes de este acuerdo fueron Bélgica, Canadá, Dinamarca, Francia, Gran Bretaña, Grecia, Irán, Irlanda, Italia, Liechtenstein, Luxemburgo, Noruega, Pakistán, España, Suecia, Suiza, Sudáfrica, Estados Unidos, Yugoslavia y otros de menor relevancia.
En el mismo se estableció el marco en el que Alemania pagaría las deudas que había incumplido en el Acuerdo de Versalles, y pagaría las obligaciones derivadas de la 2ª Guerra Mundial.
El Acuerdo contempló una quita del 50% sobre una deuda total algo superior a los 30.000 millones de marcos (se utilizó el marco como moneda de referencia) y estableció un calendario de pagos que se extendió a más de 30 años.
Una condición importante del acuerdo era que los reembolsos se realizarían sólo mientras Alemania tuviera superávit comercial, y que los pagos se limitarían al 3% de los ingresos por exportación. Esto dio a los acreedores de Alemania un poderoso incentivo para importar bienes alemanes, potenciando su crecimiento y facilitando la reconstrucción.
Otra condición importante fue la de condicionar una parte de la deuda a la futura reunificación – el acuerdo se firmó con la RFD (Alemania occidental) -, algo que en ese momento parecía imposible, pero que sin embargo se aceptó como condición. El 3 de octubre de 2010, se realizó un último pago, por un importe de 69,9 millones de euros.
Los representantes de la nueva Europa dicen que no es la misma situación la de aquella Alemania con la actual Grecia – ya veremos qué pasa con España, cuando aflore la verdad -, por lo que no es comparable. Estos político nefastos que sufrimos son los que no se pueden comparar con la calidad intelectual y humana de aquellos que devolvieron la dignidad de personas a los alemanes.