Francisco, 24 de mayo 2014.
En su tercer discurso, pronunciado en Bethany beyond the Jordan – Betania más allá del Jordán
Estimadas Autoridades, Eminencias, Excelencias,
Queridos hermanos y hermanas,
En mi peregrinaje, tanto he querido encontrarme con ustedes que, a causa de sangrientos conflictos, han tenido que abandonar sus casas y su Patria, y han encontrado refugio en la acogedora tierra de Jordania; y al mismo tiempo, ustedes, queridos jóvenes, que experimentan el peso de alguna limitación física.
El lugar en que nos encontramos nos recuerda el Bautismo de Jesús. Viniendo aquí, al Jordán, para hacer bautizar por Juan, Él mostró su humildad, y comparte la condición humana: se rebajó hasta nosotros y con su amor nos restituye la dignidad y nos dona la salvación. Nos sorprende siempre esta humildad de Jesús, cómo se inclina ante las heridas humanas para sanarlas. ¡Este inclinarse de Jesús sobre todas las heridas humanas, para sanarlas! Y, por nuestra parte, nos sentimos profundamente afectados por los dramas y por las heridas de nuestro tiempo, especialmente por aquellas provocadas por los conflictos todavía abiertos en Medio Oriente. Pienso, en primer lugar, en la amada Siria, lacerada por una lucha fratricida que dura ya tres años y que ha cosechado innumerables víctimas, obligando a millones de personas a convertirse en refugiados y a exilarse en otros países.
Todos queremos la paz, pero miren, ¡ésta es la raíz del mal: el odio y la codicia del dinero, y las fábricas en la venta de las armas! ¡Esto nos debe hacer pensar! ¿Quién está detrás, que nos da a todos, a todos aquellos que están en conflicto, las armas para continuar el conflicto? Pensemos desde nuestro corazón, y digamos una palabra por esta pobre gente criminal, para que se convierta
Agradezco a las Autoridades y al pueblo jordano por la generosa acogida de un número elevadísimo de refugiados provenientes de Siria y de Iraq, y extiendo mi agradecimiento a todos aquellos por su obra de asistencia y solidaridad con los refugiados. Pienso también en la obra de caridad que desarrollan instituciones de la Iglesia como Caritas Jordania y otras que, asistiendo a los necesitados sin distinción de credo religioso, pertenencia étnica o ideológica, manifiestan el esplendor del rostro caritativo de Jesús, que es misericordioso. Que Dios Omnipotente y Clemente los bendiga a todos ustedes y a todos sus esfuerzos por aliviar los sufrimientos causados por la guerra.
Me dirijo a la comunidad internacional para que no deje sola a Jordania, ¡que es tan acogedora y valiente!, en el afrontar la emergencia humanitaria causada con la llegada a su territorio de un número tan elevado de refugiados, sino que continúe e incremente su acción de apoyo y ayuda. Renuevo mi ardiente llamado a la paz en Siria. Que cese la violencia y se respete el derecho humanitario, garantizando la necesaria asistencia a la población sufriente. Que de parte de todos se abandone la pretensión de dejar a las armas la solución de los problemas y se vuelva al camino de las negociaciones. De hecho, la solución sólo puede venir del diálogo y de la moderación, de la compasión por quien sufre, de la búsqueda de una solución política y del sentido de la responsabilidad para con los hermanos.
A ustedes jóvenes, les pido que se unan a mi oración por la paz. Pueden hacerlo ofreciendo a Dios sus fatigas cotidianas, y así su oración será particularmente preciosa y eficaz. Y les animo a colaborar, con su esfuerzo y sensibilidad, en la construcción de una sociedad respetuosa de los más débiles, de los enfermos, de los niños, de los ancianos. A pesar de las dificultades de la vida, sean signo de esperanza. Ustedes están en el corazón de Dios; ustedes están en mis oraciones, y les agradezco su calurosa, alegre y numerosa presencia. ¡Gracias!
Al final de este encuentro, renuevo mi deseo que prevalezca la razón y la moderación y, con la ayuda de la comunidad internacional, Siria reencuentre el camino de la paz. ¡Dios convierta a los violentos! ¡Dios convierta a aquellos que tienen proyectos de guerra! ¡Dios convierta a aquellos que fabrican y venden armas! Y fortalezca los corazones y las mentes de los agentes de paz y los recompense con toda bendición. ¡Que el Señor los bendiga a todos ustedes!