José Barta, 12 de mayo 2014
Soy firmemente defensor de facilitar-fomentar, desde la Administración Pública, la función social que, en principio, debe cumplir toda vivienda, por lo que apoyo aquellas medidas que incidan en dicho sentido, siempre que las mismas tengan el carácter de normas de general aplicación para todos.
Me repugnan aquellas legislaciones hechas a la medida; para beneficio o perjuicio de un colectivo concreto o un entorno predeterminado, como las adoptadas en Andalucía con las viviendas embargadas por los Bancos, o la compleja definición de vivienda vacía que se ha realizado en otras Comunidades, que no tiene en cuenta la vivienda de procedencia familiar, de uso esporádico, que algún día quizás se convierta en primera vivienda.
No tener en cuenta el derecho a poseer una segunda vivienda, con frecuencia de uso indeterminada, supone contribuir al desarraigo de aquellas localidades de las que proceden algunos propietarios, e incluso al empobrecimiento económico y cultural de algunos municipios, dado que esta alternativa se suele dar abundantemente en grandes ciudades, como Londres, París, New York, etc.
Mi prevención sobre modelos de legislaciones “especiales”, que adoptan medidas solo sobre un tipo de colectivo, se apoya en que las mismas han sustentado el desarrollo todos los sistemas totalitarios del Siglo XX.
Con estas legislaciones “especiales” aparentemente todo parece ir bien, mientras nos repartimos entre todos las vacas de los demás, dado que yo no tengo vacas; el problema surge cuando yo me encuentro entre los que tienen bicicletas, que son las que se repartirán ahora, por lo que me encuentro de pronto situado entre los “enemigos” a batir, y créame amabilísimo lector, que con el desarrollo de leyes Ad Hoc esta situación es cuestión de tiempo. Y mientras se trate de repartir bienes el drama no excede lo material, lo grave – que se produce en el siguiente escalón de este proceso arbitrario – es cuando de lo que tengo se pasa a lo que soy, legislándose sobre mis derechos por ser de otro color, o de otra nación, o por creer o no creer en Dios, o…
Es desde esta perspectiva desde la que defiendo, desde hace años – ante la dificultad objetiva de determinar que se debe entender por vivienda vacía, así como el profundizar en el origen, más o menos aceptable, de esta posible situación –, la necesidad de abandonar dicha línea de presión sobre los propietarios de los supuestos inmuebles vacíos, optando por la medida fiscal de atribuirle a todo tipo de inmueble – vacío o no – una rentabilidad económica mínima, que tribute como tal.
Con esta carga económica se propicia el alquiler de los inmuebles vacios, ya que sería la única forma de compensar la misma.
Naturalmente quedarían exentos de pagar los inmuebles de uso propio, tales como las viviendas principales de los propietarios, así como los que son sede de empresa o se encuentran directamente afectos a actividad económica del propietario, sea este persona física o jurídica. Si se desea favorecer la ayuda intrafamiliar, se podrían declara exentas también aquellas viviendas que se cedieran, para su uso como vivienda principal o familiar, a los ascendientes o descendientes directos, así como los colaterales en primer grado.
El montante de la cantidad atribuida como ingreso mínimo para cada inmueble se encontraría determinado por el valor del inmueble (nuevamente topamos con la ineficiencia de las valoraciones en España) así como con el uso urbanístico propio del mismo (residencial, comercial, oficinas, industrial, etc.).
Sería en las correspondientes declaraciones de IRPF o del impuesto de Sociedades – para los residentes – donde, junto a la asignación de la renta inmobiliaria atribuida, se contemplaría la exención por alguna de las razones mencionadas anteriormente, con los correspondientes justificantes.
En los supuestos de inmuebles alquilados, se declararía el importe del alquiler real, tal como se realiza actualmente.
FINALMENTE: Lo pongo con mayúsculas y en negrita ya que esta es la parte más importante de este artículo: Mi mujer me dice que no está de acuerdo conmigo en el contenido del mismo. “Que antes se tiene que arremeter con lo que pagan las grandes empresas y las grandes fortunas, QUE PAGAN MENOS QUE CUALQUIERA DE NOSOTROS (en este NOSOTROS mi mujer siempre mete a las clases medías: está desarrollando espíritu de clase a toda velocidad). ¡Y QUE YA ESTÁ BIEN, QUE ES UNA VERGÜENZA!”
Como por más que la recuerdo que no tenemos casita en la playa (ni en la montaña) ella insiste en que LO PRIMERO ES LO PRIMERO, Y QUE DEBIERA ACORDARME DE LO QUE HE DICHO DEL REPARTO DE VACAS, yo así lo transcribo, que no está la vida como para tirar por la borda las cosas importantes (en este caso la armonía familiar), independientemente de que seguro que tiene toda la razón: este Gobierno estaría encantado con un nuevo impuesto, manteniendo la injusticia del actual sistema recaudatorio.
Un saludo.