José Barta; 5 de marzo 2013-03-05
Hace unos días nos desayunábamos con la noticia de un nuevo incremento del desempleo, ese dato estadístico que oculta millones de dramas personales y que, en mi opinión, es el mayor problema que tiene nuestra sociedad, incluso desde un punto de vista económico; superior incluso al de la crisis del sistema financiero, que es la que se ha creado tratando de salvar lo insalvable, Cajas de Ahorros mal gestionadas, al servicio de intereses espurios.
La mayor riqueza de un país son las personas que en él habitan, algo que no solo ignoran, llegan incluso a despreciar nuestros políticos y gobernantes. Pero sobre esto ya he escrito anteriormente más ampliamente en mi Carta al equipo económico del Presidente Rajoy
Lo que hoy quiero valorar es el optimismo de aquellos que consideran que, por reducirse el % de crecimiento del paro, ha comenzado la recuperación, o estamos próximos a ella. Y es que la mayoría de ellos saben sobradamente que la recuperación de puestos de trabajo solo puede venir como consecuencia de la creación de riqueza.
No soy un entusiasta del indicador PIB (Producto Interior Bruto), como he dejado más que claro en alguno de mis artículos, en especial el que escribí el 19 de julio 2010, titulado “La superstición del Producto Interior Bruto”
No es que no lo considere un indicador importante para la medida del crecimiento, es que entiendo que puede inducir a error en cuanto a la valoración de la justa distribución de la riqueza en un país, así como respecto al bienestar real de sus ciudadanos.
Con estas salvedades resulta evidente que el PIB es un indicador económico que permite analizar comparativamente la evolución de la riqueza de un país (o conjunto de países) tanto respecto a si mismo – series históricas – cuanto respecto al resto de los países.
El PIB en definitiva nos permite medir la evolución económica de un país, cuantificando su enriquecimiento o su empobrecimiento.
En síntesis podríamos decir que el PIB se encuentra determinado por el consumo interno del país, por la inversión, por el gasto público y por el diferencial entre exportaciones e importaciones.
Como se puede apreciar todas ella son actividades muy directamente relacionadas con el empleo, ya que el incremento de las mismas implicas – independientemente de posibles avances tecnológicos – incremento de personas para la realización de dichos bienes y servicios.
Se encuentra universalmente aceptada la relación entre PIB y empleo.
Históricamente, dada la estructura económica de España, se ha entendido que difícilmente se puede crear empleo por debajo de un crecimiento del PIB del 1,5%, si bien algunos analistas sitúan ese umbral de crecimiento por encima de este porcentaje.
En lo que todos coincidimos es que mientras se mantenga el empobrecimiento, es decir porcentajes negativos de PIB, no solo no se creará empleo, ni se mantendrá, se destruirá.
En estos casos no basta con bajar los sueldos para mantener los puestos de trabajo, ya que esta acción se encuentra limitada a partir de un mínimo denominado “salario de eficiencia”, según el modelo Shapiro-Stiglitz, valido principalmente para países desarrollados.
Si comparamos la evolución del desempleo en España, desde 2008, observaremos dicha correspondencia.
En estas graficas podemos comprobar cómo incluso en los años 2008 y 2011, de ligero crecimiento del PIB, siguió incrementándose el paro.
Pues para el 2013 el Gobierno ha previsto una caída del PIB del -0,5%, y es la institución mundial más optimista. Desde el Fondo Monetario Internacional hasta el prestigioso instituto alemán IFO, pasando por el Banco Mundial, se estima que nuestra perdida de riqueza estará entre el -1% y el -1,6%.
El crecimiento del paro está garantizado para lo que resta de año, y no acabará ahí la cosa ya que como las previsiones recaudatorias del Gobiernos se basan en una premisa, a todas luces, muy por debajo de la realidad, no solo no se reducirán los impuestos, ante el incremento del déficit se público se “inventarán” otros instrumentos recaudatorios que agravarán el desempleo este año y el próximo 2014.