José Barta; 15 de diciembre 2012
Una versión algo más reducida de este artículo se publicó inicialmente en FinancialRed; habiéndose situado entre los diez más leídos en esta semana.
Se ha comentado de siempre que cuando alguien se encuentra permanentemente inmerso en una determinada realidad, es preciso que, de cuando en cuando, tome distancia de la misma, al objeto de recuperar una perspectiva más objetiva.
¿Cómo nos perciben fuera de España? ¿Qué imagen tienen de nosotros en el resto de Europa o en el continente americano?
La distancia física es importante a efectos de matices. Nuestros vecinos continentales saben perfectamente donde se encuentra ubicado nuestro país, salvo algunas raras excepciones, ¡que en todas partes existe algo de fracaso escolar! Esta referencia resulta más imprecisa al otro lado del Atlántico.
Todos tienen claro que jugamos bien al futbol, salvo aquellos que desconocen este deporte ¿Se lo pueden creer?
Buena cocina, gente agradable, sol y fiesta continua son otras de las características que a casi todos les suena. El grado de interés por las mismas varía en función de la expectativa de disfrute que se tiene de ellas. En nuestro Continente la expectativa de pasar algunos días en España es alta, mientras que en el continente americano es bastante baja, si bien varía en función del poder adquisitivo de cada persona.
A nuestros paisanos continentales también les suena la alta calidad de nuestro sistema sanitario, algo que se ha ido transmitiendo boca a oreja (el boca a boca es otra cosa).
¿Entonces, todo va bien? ¿Sobre esa buena imagen podremos desarrollar estrategias de venta de bienes y servicios, así como de captación de inversiones?
Como compradores de bienes y servicios, desde fuera, se nos percibe con cierto atractivo pero con un riesgo creciente, ante la imagen de inseguridad jurídica que se les transmite, en especial por la ausencia de instrumentos eficaces para la defensa del consumidor.
En cuanto a posibles inversiones, nuestros políticos – con asaltos a supermercados, los cada vez más numerosos escándalos sobre casos de corrupción, las manifestaciones de independentismo, acompañadas de denuncias de posibles intervenciones militares, etc. – están trasmitiendo una imagen de creciente inestabilidad social, e incertidumbre constitucional, que produce parones serios en nuevos proyectos empresariales, especialmente desde el otro lado del Atlántico, donde este tipo de declaraciones y acontecimientos son más difíciles de ponderar adecuadamente.
La imagen de nuestra clase política, en el continente americano, se encuentra más cerca del populismo propio los políticos de Argentina y Bolibia que de la imagen de los políticos de Francia o Italia (si, incluso la de los italianos parece más seria).
En cuanto a la imagen de nuestro sistema financiero las noticias sobre desahucios de viviendas resultan incontestables. Insolidario, antisocial e injusto son las expresiones más comunes a la hora de calificar a nuestro sistema financiero.
Curiosamente quizás sea esta la imagen “más popular” de España, un país en el que “todos los días se pone en la calle a 100 o 200 familias”, según se puede escuchar en cualquier mercado o plaza de una gran parte de las capitales iberoamericana. Este es el mensaje que se les transmite por parte de sus compatriotas emigrados. El caos de cifras es increíble, y no ayuda en nada la falta de datos que, sobre las mismas, manifiestan los organismos públicos de nuestro país. Tampoco ayuda el que la propia AEB (Asociación española de banca) se exprese en una amplia banda de números, que oscilan entre los 2.500 y los 15.000 desahucios, en los últimos años. Esta imprecisión “suena poco creíble”.
Se podría aducir que “esta imagen” se produce exclusivamente entre las clases más populares por lo que no genera perjuicios para nuestra economía; sin perjuicio de que – en otros países distintos al nuestro – el “sentir popular” termina determinando acciones políticas concretas o, al menos declaraciones políticas poco beneficiosas -recuérdese las recientemente realizadas por un Presidente de uno de esos países – The Telegraph, la BBC, The Washington Post, The New York Time, y otros muchos medios, recogen esa misma imagen, y no parece razonable dudar de la influencia que los mismos ejercen en el mundo económico y financiero internacional.
A ningún profesional se le oculta que la Marca España tiene muchos retos que vencer; pero mueve a la reflexión el que los dos principales problemas de nuestra imagen internacional, actualmente, sean son los desahucios de viviendas así como la irresponsabilidad y la baja valoración ética de nuestros políticos.