José Barta, 16 marzo 2021
Resumen:
Hace unas semanas, el Fondo Monetario Internacional estimaba que, hasta enero 2021, las ayudas públicas han cubierto el 60% de las necesidades de liquidez de las empresas europeas, derivada del shock de la COVID-19, pero apenas han logrado cubrir el 30% de los déficits de capital.
La insolvencia empresarial, especialmente en las pequeñas empresas es un riesgo común a todos los países de la UE, si bien a España le afecta más que a la media, debido al elevado número de microempresas que tenemos, así como a la baja capitalización de nuestras pequeñas y medianas empresas.
El Banco de España estimaba, a finales del 2020, que el problema afectaba ya al 15% del tejido empresarial español, en el mejor de los escenarios, o al 19%, en el escenario más negativo. Su informe se realiza en un momento en el que todavía no se tenían datos definitivos sobre el impacto de la crisis.
Nuestros principales aliados-competidores en la UE se están planteando como hacer frente a este problema, conscientes de la solución pasa por cubrir la necesidad de inyectar fondos propios a estas empresas.
En Francia, en colaboración con las entidades financieras, se están planteando la vía de prestamos participativos subordinados, en Italia parece que se opta por la vía de incentivos fiscales a inversores privados, con la posibilidad de participación del Estado en un % pequeño de las aportaciones privadas,..
¿Y España?
En nuestro país ni se habla de esto, y respecto al uso de la política fiscal, para ayudar a las empresas, hemos operado en el sentido contrario a los principales países de la UE. Limitándonos a aplazamientos en lugar de a reducción o a suspensión de cargas fiscales.
Aun así, nuestro gasto público se ha disparado, con un incremento de 122.439 millones de euros, en 2020
La deuda pública de España ha alcanzado en el 2020 el 117,1% del PIB. Algo no previsto en las peores estimaciones, que esperaban el 112%.
En definitiva, nuestro sector público presenta escasa capacidad de reacción para generar un superávit que le permita remontar cómodamente la elevadísima deuda contraída.
Y, por si fuera poco, en el medio- largo plazo nos veremos obligados a aumentar nuestras inversiones publicas en Sanidad y Educación, si no queremos acabar con el presente y el futuro del país; pero no se acaba aquí el drama, dado que la dramática caída demográfica que sufrimos, que nos ha convertido en lideres de envejecimiento en la UE, genera demandas de mayores recursos en pensiones y en cuidados a las personas.
No podemos seguir haciendo lo que hacíamos, ha llegado el momento de eliminar los gastos improductivos y agilizar los procesos burocráticos de nuestras Administraciones Públicas, reduciendo sus costes de coordinación.
Algo similar cabe decir del sector privado, que debe buscar hacer más competitivas a las empresas, reduciendo costes de coordinación, así como incrementando sus dimensiones.
EN DEFINITIVA HA LLEGADO EL MOMENTO DE SER INNOVADORES, ALGO PARA LO QUE, ESTOY CONVENCIDO, ESTAMOS ESPECIALMENTE DOTADOS, SIEMPRE QUE SEAMOS CAPACES DE TRABAJAR UNIDOS, DE CARA AL FUTURO.