José Barta, 3 de febrero 2021
Quizás algún lector se extrañe por la directa vinculación que realizo, en el titulo de este artículo, entre gestión empresarial y vacunación. Otros lo entenderán en mayor medida, en cuanto dicha acción implica una logística que exige la colaboración del mundo empresarial, tanto en la distribución de viales como en la optima gestión del número y frecuencia de receptores.
Junto con los anteriores, hay otro aspecto que conviene considerar y que, por lo visto, ha sido ignorado por los políticos y burócratas, responsables de las negociaciones con las farmacéuticas, en la Unión Europea, así como por sus equivalentes en los distintos Gobiernos que la integran: La capacidad productiva de los laboratorios.
El conocimiento de la realidad empresarial es imprescindible a la hora de gestionar pedidos y redactar contratos. Los juristas están para darle forma final, no para desarrollar contenidos. La capacidad productiva, de bienes o servicios, de una empresa resulta crítica para establecer su capacidad de compromiso. Ningún laboratorio se encuentra en condiciones de asumir, en un corto periodo de tiempo, el compromiso de abastecer de vacunas a la Unión Europea. No es lo mismo producir 20 millones de vacunas, para satisfacer al 100% las necesidades de un país como Israel, que afrontar la necesidad de cerca de 450 millones de habitantes, lo que exigiría mas de 800 millones de dosis del actual tipo de vacuna. Y esta es solo una pequeña parte de la demanda existente.
Los Estados no pueden esperar que las empresas acometan inversiones multimillonarias para adaptar sus instalaciones productivas a una fortísima demanda puntual, acometiendo un sobredimensionamiento que podría llevarlas a la quiebra. Cualquier cliente que exigiera un esfuerzo de este tipo a un proveedor, lo primero que hace es sentarse a negociar un contrato sobre capacidades. Esto, insisto, no supondría ninguna una sorpresa para empresas como Mercadona, Inditex, El CorteInglés, entre otras en España; Michelin, Volkswagen, y tantas otras en el resto de la Unión Europea…Estoy convencido de que sus expertos habrían apoyado, gratuitamente, a las distintas Administraciones en dichas negociaciones, para evitar “sorpresas” como la producida.
Solo profesionales sin experiencia en gestión de empresa podrían ignorarlo, y así nos va.
Los laboratorios no son capaces de hacer frente a los compromisos asumidos y trampean como pueden, ganando tiempo y, de paso, mejorando beneficios.
El Sector público debería haber asumido un acuerdo de cooperación en el desarrollo de nuevas instalaciones que incrementaran la producción, habilitándolas en tiempo record para cubrir tanto las necesidades propias como las de otros países.
Me sorprende que los propios laboratorios no alertaran a los Gobiernos firmantes sobre la limitación de sus capacidades reales, quizás lo hicieron y no fueron escuchados…Si no lo hicieron…la malicia inspiró su silencio.
Todavía se está a tiempo de acometer este tipo de acuerdo, dado que la amenaza de la pandemia no ha acabado. Desconocemos todavía lo suficientemente al Covid-19 como para garantizar que todo acabará este año 2021, o a lo sumo el 2022. La incertidumbre aconseja ser cautelosos y adoptar recursos para más largo plazo, por lo que inversiones de este tipo siempre serán socialmente rentables. Y finalizada definitivamente la epidemia, siempre se podrán subastar dichas instalaciones a los mejores ofertantes del sector privado, recuperando toda, o parte de la inversión.