José Barta, 9 de julio 2019
A modo de introducción: explicando mi posicionamiento a favor de la Empresa como instrumento socializador y cultural…
Aquellas personas que hayan leído, o escuchado, algunas de
mis exposiciones a este respecto, reconocerán la cita siguiente, de la que
puede decirse que no prescindo cuando “salgo de casa”: “La
empresa es un factor, seguramente el más importante, de socialización; y,
correlativamente, también es un factor, seguramente el más importante o de los
más importantes hoy, de culturalización”. (…) “hablar de cultura de la empresa
no es ponerle una guinda a la empresa. Hablar de cultura de la empresa es
resolver el problema social básico”. (Leonardo Polo. Seminario Empresa
Humanismo. Coloquio en las Jornadas sobre la cultura de la empresa. Pamplona 6.II.1987.)
En ella se
sintetiza brillantemente la experiencia vivida por mi, a lo largo de mis más de
cuarenta años de carrera profesional, en sectores tan diversos como el
financiero, el industrial, el medioambiental, el inmobiliario (sector de
servicios a todo el espectro de actividades de las personas en los ámbitos
familiar, profesional y social, por lo cual – para un profesional que se precie
– exige profundizar en la dinámica de cada uno de esos mercados), el docente…
El trabajo
conforma a la persona, incidiendo directamente en su crecimiento, o deterioro,
en humanidad, es esta una experiencia universal. En el trabajo se desarrollan,
o consolidan, hábitos y actitudes de mejora personal y convivencial, al tiempo
que se adquieren conocimientos y se fomenta la creatividad, o así debiera de
ser. En el trabajo la persona aporta sus capacidades y se enriquece. En el
trabajo se perfecciona la capacidad de colaboración con el otro, desarrollada
en el entorno familiar.
El trabajo no
solo permite, o debiera permitir, el sustento de la persona, facilitando, o
debiendo facilitar, sus proyectos personales-familiares, también reafirma su
existencia como un “bien” para la sociedad. Esta es la razón por la que la
persona, incluso aquella que realiza un trabajo menos humanizante,
desarrollando funciones más propias de una maquina, como sucedía en las
antiguas cadenas de montaje de la revolución industrial, sea el bien más
preciado de una empresa, sea la portadora del “autentico conocimiento” de la
misma, en el ámbito de su competencia profesional.
Y, en particular, de
la Empresa Familiar como instrumento para la Regeneración ética de la sociedad
El empresario familiar se siente orgulloso del proyecto
empresarial desarrollado, al extremo de vincularlo a la imagen de su familia,
en un compromiso altamente revelador, por las consecuencias que puede acarrear
dicha identificación (descredito social, ruina familiar….)
El empresario familiar armoniza valores familiares y
empresariales, en el desarrollo de un instrumento económico que permita el
sustento material de todos aquellos vinculados con el mismo, al tiempo que
busca aportar a la sociedad riqueza no solo económica, también de ciudadanos
responsables, por la vía de profesionales bien formados, y un referente
empresarial de servicio al resto de la sociedad, capaz de generar prestigio y
respeto social a la familia.
En teoría no son distintas una empresa familiar de otra que
no reúna tal condición, pero en la practica si existen diferencias derivadas de
sus propias naturalezas; entre otras singularidades, el autentico empresario familiar
no solo piensa en meses o años, no tiene que orientarse exclusivamente al
reparto de dividendos anuales, o priorizar sus actuaciones a la cotización en
Bolsa, o al “Bonus anual”; el autentico empresario familiar piensa en
generaciones…
Repito que este Estilo de Dirección, proyectado a un futuro
lejano, no tiene por qué ser exclusivo de las empresas familiares; por
principio, la mayoría de las empresas (no todas, dado que algunas nacen
expresamente con un horizonte temporal cortoplacista) deberían abocarse a su
pervivencia a largo plazo, actuando sus responsables en consecuencia con ello,
pero la realidad muestra que no suele ser así; los intereses individuales de
sus accionistas y directivos terminan configurando estrategias de maximización
del beneficio a corto pazo, en detrimento de la optimación y aseguramiento de
los resultados a largo plazo.
Deberíamos tener muy claro que la búsqueda del largo plazo, en
la “economía empresarial”, es la clave del crecimiento económico sostenible, del
crecimiento de la empresa y del de las personas, dado “que una política empresarial
a largo plazo es en sí, automáticamente, más ética, más responsable social, ya
que en el largo plazo todos (los agentes implicados en la acción
empresarial) se encuentran realmente en
el mismo barco” (Maucher, H. (1996), “El arte de dirigir la empresa”,
Conferencias y Trabajos de Investigación, núm.233, IDOE, Universidad de
Alcalá, Alcalá de Henares).