José Barta; 18 de agosto 2018
La reciente conmemoración del atentado sufrido hace un año en Barcelona y en Cambrils, ha sido motivo de confrontación entre aquellos que defienden el autogobierno independiente de un Estado Catalán y aquellos que defienden la unidad de gobierno del actual Estado español.
Para mi, lo sorprendente es que no se hubiera producido dicha confrontación, dadas las tensiones personales entre los distintos lideres y la gran carga de argumentos emocionales en que se apoyan las distintas posturas.
Y es que si analizamos detenida y fríamente los discursos de nuestros lideres, nos encontramos con que la principal defensa de los distintos modelos políticos propuestos, incompatibles entre si, se justifican principalmente en argumentos históricos, de un pasado común interpretado a la conveniencia de cada uno.
Salvo para aquellos que asumen como dogma de fe la pervivencia del actual Estado español, o del futuro Estado independiente catalán, al resto, a los “descreídos”, nos resulta difícil ilusionarnos con cualquiera de ambas posturas.
En ninguno de nuestros deficientes lideres encontramos la propuesta de un proyecto común, capaz de ilusionar a la gran mayoría de los ciudadanos; un proyecto que recupere el protagonismo de la persona en la política, la economía, el derecho, propiciando su desarrollo integral como tal; un proyecto que ponga las instituciones públicas y privadas al servicio de los ciudadanos y no al revés, amparándoles tras la crisis y ofreciéndoles una sociedad con instrumentos para competir y garantizar una prosperidad inclusiva, con nuevos paradigmas empresariales y financieros, que permitan realmente la generación de oportunidades para todos, sin dejar a nadie atrás.
En definitiva, la propuesta de nuevos proyectos que faciliten la recuperación de los valores convivenciales (veracidad, sobriedad, laboriosidad, solidaridad, generosidad, justicia…), arrinconados tras la crisis financiera y la corrupción, que son determinantes para generar confianza entre las personas, y entre estas y las instituciones, condición sin la que es inviable cualquier proyecto humano.
Desgraciadamente este camino deberemos acometerlo sin contar con la ayuda de la Unión Europea, que como tal sufre una crisis similar a la nuestra.
Y lo que es peor, no se vislumbran lideres capaces de acometerlo, nuestra actual oligarquía ya se ocupa de evitarlo. Cada vez se me hace más urgente y necesaria la reforma que permita la elección de representantes por circunscripciones pequeñas, que facilite el conocimiento personal entre elector y elegido, sin el anonimato de las listas de partido.