José Barta; 19 enero 2017
Hace 5 años, por estas fechas, publiqué un artículo en Diario Financiero titulado “Estos mares no me sirven”, en el que trataba de mostrar, en forma de cuento, como en la sociedad actual, cada vez más desarbolada intelectual y moralmente, se favorece la demagogia científica y política, en detrimento de las personas.
Hoy, ante la actitud radicalmente rupturista adoptada por gobernantes británicos y comunitarios sobre el brexit, ante las manifestaciones voluntaristas de Montoro sobre el control presupuestario de unas Administraciones que no cesan de crecer en endeudamiento improductivo e insolidario, inasumible por parte de la sociedad española, ante un Draghi que no para de acrecentar la deuda del BCE, sin control democrático alguno, en un viaje de difícil retorno, y, para remate, ante las conclusiones de ilustres profesores como Juan José Toribio, sobre que nos encontramos “mejor que nunca”, desde la perspectiva del crecimiento económico, olvidando la realidad de una economía basada en el turismo y la mano de obra barata, y en la reducción del gasto público en asistencia social y sanitaria, en claro perjuicio de las familias, entiendo que vale la pena recordar aquel “cuento”:
Era un hombre brillante, con una inteligencia de esas que surge una cada cien años. Al menos eso decían de él, y él estaba de acuerdo.
Aun cuando nació en tierras del interior, y raramente pasaba algún tiempo en la costa, había dedicado su juventud y madurez al estudio del aprovechamiento energético de los mares.
Lo había leído todo y había desarrollado numerosas teorías innovadoras al respecto.
Estaba convencido del gran potencial que los mares tienen en cuanto a proporcionar energía aprovechable a la humanidad, y había convencido al mundo de que él tenía las formulas precisas para ello.
Asesoraba a la ONU, al Banco Mundial, a los Gobiernos de los países más importantes… Gozaba de altísimo prestigio y de una cada vez mayor fortuna económica, no en balde se le retribuían sus conferencias y consejos a la altura de sus teóricas aportaciones.
Solo una sombra empañaba su plena satisfacción: sus conclusiones nunca eran seguidas hasta sus últimas consecuencias, siempre surgían intereses, que él calificaba de espurios, que impedían la consumación de las mismas, y los resultados no llegaban a alcanzar las expectativas creadas.
Pero la crisis energética mundial se agravó y puso en grave peligro el sostenimiento de los logros más básicos obtenidos por el progreso tecnológico; incluso el agua potable escaseaba en las grandes ciudades, y la situación empeoraba día a día.
La desesperanza invadía los corazones de los ciudadanos de a pie, y el temor al caos los corazones de los gobernantes y lideres financieros y empresariales.
Ante tal estado de cosas, todas las miradas se volvieron hacia nuestro gran hombre, hacia nuestro “santón laico” de las energías renovables; que por tal era tenido.
La humanidad se postró a sus pies y le rogó que tomara las riendas de la nueva política energética, basada en el potencial de los mares, sobre los que tanto había escrito y hablado.
Cinco años estuvo desplazándose por todos los mares del mundo, “conociéndolos en su realidad” por primera vez, ya que no había tenido tiempo para ello hasta entonces.
Finalmente nuestro Gran hombre anunció la presentación de sus conclusiones. El día de la convocatoria todo el mundo estaba expectante; sobre sus posibles propuestas y soluciones solo existían rumores, numerosos rumores, de todo tipo, pero ninguna información realmente fiable.
“Señores – anunció, rodeado de una multitud silenciosa, entre la que algunos incluso suspendieron el acto reflejo de la respiración, para no interrumpir al sabio -, todos ustedes saben de la altura intelectual de mi trabajo. Durante cinco años he puesto todo mi conocimiento y experiencia al servicio de un proyecto que resolvería el mayor de los problemas de la humanidad. No he escatimado ningún medio, pero finalmente he tenido que rendirme a una conclusión frustrante: ¡Estos mares no me sirven!”
Recuerdo la frase del Premio Nobel de Medicina Alexis Carrel : “Poca observación y muchas teorías llevan al error. Mucha observación y pocas teorías llevan a la verdad”.
Cuantas veces soportamos, en todos los niveles de nuestra sociedad, a este tipo de “expertos” consagrados por la “intelectualidad” dominante, que nos están llevando al desastre, por su desconocimiento de la verdad.
Estamos asistiendo a un resurgimiento de la “dictadura de las ideologías” que trata de imponer sus conclusiones al margen de la realidad, y cuando esta confrontación se hace, como es lógico, insostenible: es la realidad la que no sirve.
¿Cómo acaba la fábula que he expuesto? Creo que la NASA, las Agencias Espaciales Europea, China y Rusa, y un consorcio de países pobres pero “progresistas”, están buscando nuevos mares en el espacio exterior, para ver si le sirve alguno de ellos a nuestro sabio.