José Barta; martes 13 de mayo 2014
Si miramos hacia atrás, hasta el momento en el que el Partido Popular ganó la actual Legislatura, nos encontraremos con que, de todas las reformas acometidas, la única que no ha precisado reajustes posteriores, y se aprobó en un tiempo mínimo record, fue la Laboral: comparándola con las restantes, es como si se le hubiere dado completamente redactada a este Gobierno, como un paquete preelaborado, listo para su aprobación. Quién, o quienes, son los responsables originales de su redacción, se puede intuir en virtud de sus principales beneficiarios.
El objetivo de dicha reforma, como ha quedado plenamente demostrado, no ha sido la creación de empleo, sino el abaratamiento del mismo, tanto por la vía de reducción de costes de despido, como por la de la instauración de un sistema de mercado laboral altamente inestable.
De Guindos manifestaba, el domingo 2 de noviembre de 2003 en la pag. 98 de ABC de Sevilla, siendo Secretario de Estado de Economía, que “la productividad, si me permite el símil, es como el colesterol. Hay una productividad buena y una productividad mala. La mala es la que se genera con destrucción de empleo”.
Pues Ministro, a este país – según tu símil o comparación – lo has atiborrado de “panceta” hasta las cejas. Y es que la destrucción de empleo – junto con la descapitalización de la economía real, para reflotar entidades en quiebra – ha sido la constante de este periodo de tiempo, hasta este momento en el que parece que hemos tocado fondo, si bien permaneceremos mucho tiempo en él, pero sobre este punto trataré en otro post.
Lo peor de la política de reducciones salariales, que es la implantada por este Gobierno, propiciada y apoyada por los “autócratas” de la UE, es que no tiene justificación histórico-estadística alguna, a pesar de los datos que, partiendo de Eurostat, manipula la AEB en su último informe, al tratarlos parcialmente, sin referenciarlos con otros parámetros claves:
A continuación mostraré como la pérdida de competitividad española, en la medida en que se haya producido, no puede imputarse a un crecimiento desproporcionado de los costes salariales.
Como desgraciadamente, en nuestro país, estamos sufriendo un apagón estadístico he tenido que acudir a las fuentes fiables más próximas, que para mí son las francesas, obteniendo sobre sus estudios aquellos datos que hacen referencia a España.
Partiendo de un magnífico trabajo elaborado por Coe-Rexecode, sobre datos base de Enquêtes quadriennales du coût de la main d’oeuvre (ECMO) y Eurostat, he establecido nuestra diferencia – desde el año 2000 hasta el 2013, ambos incluidos – en coste por hora trabajada, entre nuestro país y la media de los países de la Zona Euro, así como entre nuestro país y Alemania, Francia e Italia, que son nuestros principales competidores. Este trabajo se refiere a los sectores servicios e industrial, así como a la industria manufacturera.
La principal conclusión es la de que nuestros costes laborales han sido, y siguen siendo, sustanciosamente más bajos que los de las mencionadas referencias.
De estos datos se deduce fácilmente que nuestra falta de competitividad no puede imputarse directamente al coste de la mano de obra. Otros factores como el del coste energético, la ineficiencia de las Administraciones Públicas, el desproporcionado beneficio exigido en algunos sectores, y otros costes, entre los que pueden encontrarse los financieros en los últimos cuatro años, han sido los responsables de nuestra pérdida de competitividad. Sobre la mayoría de ellos el Gobierno no tiene no solo no ha elaborado un estudio mínimo, su actitud parece empeñada en mantener el actual estatus.
Otro dato singular que se desprende de las anteriores tablas es el encarecimiento del coste hora experimentado en Alemania, en los últimos cinco años. Esa Alemania que ha visto salvadas las consecuencias de la mala gestión crediticia de sus entidades financieras, a costa del sacrificio de los ciudadanos de aquellos países que fueron objetivo de la misma, y que es la guardiana de la austeridad para todos los demás.
Si apartamos la mirada de nuestro entorno y nos centramos en lo meramente sucedido en nuestro país, en estos años, comparando el IPC y la evolución de la media salarial, siguiendo datos de la propia Administración Pública española, comprobaremos que los salarios de la gran mayoría de los españoles se han mantenido en subidas similares al IPC, es decir que se han limitado a mantener su valor a moneda constante. Otra cosa es el salario de algunos sectores como el financiero, y de algunos profesionales, pero esta es otra película que afecta a desestructuración económica de la sociedad española.
Les pongo a continuación un grafico, publicado hace algo más de un año por El País, que me parece muy clarificador.