José Barta; 20 de mayo de 2013
“Al perro flaco todo se le vuelven pulgas” dice un antiguo refrán castellano, que como suele ser habitual en este estilo literario, detrás se contiene una abundante experiencia.
Cuando la necesidad se alía con el desconcierto y la ignorancia, se crea un caldo de cultivo proclive al desarrollo de “parásitos”, “oportunistas” y, por supuesto, estafadores, estos sin comillas alguna.
Los grandes proyectos imposibles o inviables o insostenibles suelen aparecer como espejismos que solventaran todos los problemas en las épocas de crisis.
¿Alguien se acuerda de la gran “torre bionica“?, iba a cambiar el mundo de la arquitectura y del urbanismo y lo único que logró fue llenar algunas paginas de diarios no especializados. Ni los chinos, ni los rusos, ni ninguno de los supuestos clientes terminaron materializándose, aunque fuera en una mini torre.
Sobre el macroproyecto de juego en los Monegros – ubicado en concreto en ontiñena (huesca) -, que les voy a contar, en agosto de 2009 estaba previsto el inicio de la urbanización de sus terrenos, y la finalización de todos los edificios en 2020. El casino contaría con una inversión de 17.000 millones de euros, y crearía casi 200.000 puestos de trabajo. El abrasador sol de la realidad se llevó el proyecto como la estrella de nuestro sistema solar se lleva la bruma – abundante – de esa zona.
Ahora nos encontramos con un nuevo proyecto en la misma “linea utópica”, por utilizar una expresión “suave”. Barcelonaisland pretende ser una isla artificial, como las construidas en Dubái, ubicada en plena costa de Barcelona.
Sus promotores sugieren que se realizará una inversión de 1.500 millones de euros, en los que se incluye hoteles y viviendas de lujo, con forma de una gran nave espacial. Pisos a partir de 495.000 euros y áticos de 20 millones. Todo conectado a tierra firme con una gran pasarela. Y ecosostenible, para que así no falte de nada.
Sus promotores no han mostrado estudio alguno sobre fondos marinos, ni sobre corrientes, ni…sobre nada que tenga que ver con los requisitos medioambientales que se exigen por la UE y por la legislación española y catalana. Tampoco los necesarios informes sobre posible incidencia en el trafico marítimo, o los estudios geológicos necesarios para valorar el coste de los pilotes precisos para el asentamiento de una isla que soportaría el edificio más alto de Europa.
Hace años, en la crisis del 92, tuve sobre mi mesa de despacho un proyecto similar, pero en la costa andaluza. El enfoque parece calcado, solo que no contaban con un inexperto, en este tipo de megaproyectos, director de origen francés; en aquel entonces todo era genuinamente español, con alguna insinuación, como no, árabe (con petroleo). Por lo demás igualito al de Barcelonaisland, ni una sola ingeniería medianamente conocida que respaldara ningún informe.
¿Igualito? Bueno, si existía una diferencia y no pequeña, en aquel entonces sus promotores buscaban grandes inversores que les acompañaran en la materialización del mismo – de aquí el que me presentaran dicho ante proyecto -, en el de Barcelona, sus promotores, ya han hecho un primer proyecto, con el que intentan vender apartamentos y suite con aires de lujo, y verbales muestras de seguridad inversora, en la página de Internet.
Supongo que el lector de este artículo, a estas alturas no tendrá duda alguna sobre el “atractivo” de estas “oportunidades”, a lo sumo podrá interpelarme sobre el ¿por qué vinculo el nombre de Eurovegas al del resto de proyectos, que se podrían clasificar de “etéreos”. Pues porque no solo hablo de proyectos imposibles…