José Barta; 2 de mayo 2013
El intento de crear una agencia europea de calificación crediticia, que contrarrestara las duras calificaciones que sobre los riesgos de la deuda soberana de los países europeos viene realizando Moody’s, Standard&Poor’s y Fitch, ha fracasado por falta de inversores, según Marcus Krall, de Roland Berger, que lideraba el proyecto.
El presupuesto inicial para el mismo, que se ha mostrado como un claro intento por crear una agencia calificadora subordinada a los intereses financieros europeos, en especial los alemanes, era de 300 millones de euros.
Lo primero que sorprende de esta maniobra es que el extraordinario protagonismo, que tienen las agencias denostadas, lo han recibido de aquellos que ahora se sienten perjudicados, ya que se dedicaron a contratarlas con carácter exclusivo, en detrimento de sus competidoras.
Lo segundo que sorprende es que en lugar de descalificar a dichas agencias por una supuesta falta de independencia, buscando el reemplazarlas por otras que garanticen la misma – candidatos suficientemente cualificados existen -, se optó por crear una agencia condicionada desde su origen.