José Barta; 23 de agosto de 2012
El desconocimiento de la historia por parte de la mayoría de la población española resulta una realidad lamentable, que puede llegar a tener graves consecuencias en el presente, pero difícilmente se puede responsabilizar a estas personas de dicha situación, ya que son víctimas de las “criminales” políticas educativas que, desde tiempos inmemoriales, tenemos en nuestro país.
Que los líderes políticos, sindicales, sociales, desconozcan la historia, en especial la más reciente, pone de manifiesto la ausencia de espíritu de servicio de nuestros próceres nacionales, sustituido por talantes “caciquiles”.
Lamentablemente, en algunos aspectos críticos para el futuro de Europa, la ignorancia de muchos de nuestros líderes se extiende a otros muchos del resto de la UE.
La disparatada Alianza de civilizaciones zapateril encuentra eco, en el resto de Europa, en aquellos que, recurrentemente, apremian a integrar definitivamente a Turquía en la UE.
Estas personas vergonzosamente han olvidado el Genocidio Armenio, que comenzó en Estambul el 24 de abril de 1915 – en un solo día el Gobierno turco asesinó a más de 2.000 intelectuales, sacerdotes y líderes políticos armenios – y que a lo largo de los siguientes 365 días produjo más de un millón y medio de asesinatos de armenios.
Quizás a algunos les parezca que eso son acontecimientos demasiado lejanos – algunos de estos son los mismo que gritan pidiendo la devolución de la mezquita de Córdoba al culto islámico – en los que no vale la pena remover.
Estoy dispuesto a valorar positivamente dicha actitud conciliadora, aun cuando los sucesivos Gobiernos turcos jamás han mostrado el más mínimo arrepentimiento respecto a dichos crímenes.
El problema es que, a pesar de la “buena voluntad” de los desconocedores de la historia, esta se repite hasta nuestros días. Y dentro de nuestras fronteras comunitarias.
Desde hace algo más de treinta años Turquía ocupa el 38% de la isla de Chipre. En este tiempo un total de 520 iglesias cristianas han sido transformadas en almacenes, museos y mezquitas; obras de arte religioso robadas y vendidas, el patrimonio artístico descuidado y mal vendido; 180.000 chipriotas expulsados y sustituidos con trescientos mil colonos de Anatolia y treinta mil soldados turcos.
La denuncia ha sido hecha por su beatitud Crisóstomo II, arzobispo de nueva Justiniana y de todo Chipre, durante una intervención en el Meeting de Rimini el 20 de agosto.
Durante el encuentro que tenía por título “Libertad religiosa: el principio y sus consecuencias”, el arzobispo relató restricciones y violencias sufridas por los cristianos chipriotas.
Según su beatitud, el estado turco está intentando borrar las huellas de la religión cristiana en la parte de Chipre que controla.
“Todo esto –subrayó- provoca sufrimiento y dolor”, sobre todo si se piensa que aún siendo Chipre miembro de la Unión Europea y de Naciones Unidas, no logra tener justicia.
Para el arzobispo chipriota, la libertad religiosa no se puede limitar sólo a instrumento de tolerancia política porque la libertad religiosa es fruto de una profundización de los valores morales y éticos inherentes al corazón del hombre.
“El cristianismo tiene el don de iluminar a toda la humanidad –afirmó Crisóstomo II- por este motivo cuando se apaga el fulcro de la cristiandad se apaga la luz de todo el universo”.
Se mostró de acuerdo con el arzobispo chipriota, Franco Frattini, ex ministro de Exteriores y ahora presidente de la Fundación Alcides de Gásperi, quien sostuvo que “la libertad religiosa no consiste sólo en la posibilidad de relación personal con el eterno sino que debe ser profesada públicamente”.