José Barta, 11 de julio de 2012
Hoy los católicos, que estadísticamente seguimos siendo mayoría en el Estado español, celebramos la festividad de San Benito Abad (siglo VI). San Benito fue el fundador del monacato en occidente; institución a través de la cual se creó un reservorio de cultura, ciencia y religiosidad en una época convulsa de Europa, que permitió el posterior desarrollo de la llamada civilización occidental. Por este motivo Juan Pablo II lo proclamó Patrono de Europa.
El lema de este movimiento fue el celebérrimo “ora et labora” (reza y trabaja) pilar de la transformación de todo un continente.
La época de San Benito resultaba muy similar a la actual, muy relajada en cuanto a usos y costumbres, con una sociedad integrada por cristianos fervorosos (más bien pocos), cristianos relajados o pasotas, paganos, ateos, “bárbaros” (podrían asimilarse a ellos las actuales colonias de chinos, dicho esto con el mayor cariño y admiración)… Con una juventud que estaba perdiendo el sentido de su vida y buscaba placeres de disfrute inmediato y amargo recuerdo. En definitiva un referente muy interesante para nuestra sociedad.
Quizás debiéramos dirigir nuestra mirada a su persona y, especialmente a su obra, de la que un resumen es el lema “ora et labora”, para extraer enseñanzas que nos pudieran ser útiles hoy en día. El problema mayor con el que nos encontramos actualmente, a la hora de buscar referentes, es que parece que el “orar, el rezar, el buscar profundizar en el conocimiento de Dios, conversando con Él, pidiéndole luces para actuar con justicia, y fuerzas para obrar conforme a la misma” no parece que esté nada de moda, es más se encuentra bastante desacreditado. Y en cuanto al “labora”, parece que nuestros líderes – en una estrategia suicida – parecen decididos a acabar con cualquier apoyo de los que la sociedad real (no aquella que constituyen nuestros políticos y resto de paniaguados) necesita para crear riqueza y con ella puestos de trabajo.
La estrategia adoptada por el Gobierno de Rajoy no solo genera sufrimiento, también genera desesperanza, aunque los miembros del Gobierno, los políticos en general y sus beneficiarios (al más puro estilo de alternancias Cánovas y Sagasta) no compartan ese sufrimiento ni sean capaces de percibir la desesperanza.
Cada vez resulta, lamentablemente, más actual mi artículo “El silencio de los Corderos” y cada vez deseo más que estos acabemos convirtiéndonos en fieros leones.