José Barta, 25 de enero de 2012
Los “caciques” de la eurozona, y sus acólitos, se han manifestado firmes en la defensa del “dogma”: “Lo importante es reducir el déficit”.
Hace unos días publiqué en Diario Financiero una fabula, con su correspondiente moraleja, Estos mares no me sirven, en el que denunciaba la “dictadura” de los nuevos “pensadores ideológicos. Los “lideres” y “altos funcionarios” de la eurozona acaban de asumir frente al Gobierno español este papel.
No se cederá en la exigencia de reducir drásticamente el déficit. Quien lo incumpla sufrirá sanciones económicas (supongo que para ayudarle a aumentar el déficit).
La idea que subyace en esta actitud, mantenida contra toda realidad, es que la deuda de las naciones es mala, por lo que se debe eliminar, para ello se debe comenzar con no incrementarla más, por lo que se debe reducir el exceso de gasto en relación con los ingresos, hasta que se llegue a un cambio de tendencia, por la que la nación en cuestión ingrese más que gasta y reduzca su deuda. Los defensores de este tipo de política defienden que la misma permitirá a los Gobiernos pedir prestado a intereses más bajos, lo que se traslada necesariamente a los prestatarios privados, con el consiguiente impulso de la actividad económica. Así la consolidación fiscal se convierte en el mejor camino para la recuperación económica.
El problema de esta idea es que se ha convertido en una ideología ya que se defiende independientemente de que la realidad eche por tierra tales previsiones.
La ceguera de la que hacen gala los actuales “guías” de la eurozona les impide comprender que en una economía en recesión, si reducimos el déficit público incrementando los impuestos y reduciendo la inversión (otra cosa distinta es eliminar los gastos injustificados, que no generan actividad económica) conseguiremos una mayor caída del PIB, por lo que la deuda pública total crecerá porcentualmente respecto al mismo, y algo similar sucederá con el déficit.
Esto sucede con Grecia, que terminará saliendo del euro más endeudada que hace dos años, con Portugal, a la que ahora se la apremia a “exportar más” – algo en lo que parece “no habían caído” – con Irlanda, ¿por cierto, donde está Irlanda, que es de ella?…
Y es que:
A) Reducir el déficit en una economía en recesión genera mayor contracción de la misma, ya que reduce la actividad económica y con ello la capacidad recaudatoria de las Administraciones públicas, además de crear peligrosas condiciones sociales al incrementarse el desempleo.
B) Reducir la deuda pública actualmente – sin perjuicio de que la española sigue siendo inferior a la alemana y a la francesa – reducirá la renta del país, se reducirán las inversiones y los fondos de pensiones, se cancelaran o pospondrán proyectos de inversión en el ámbito de las infraestructuras, de la investigación tecnológica, etc. En definitiva se pondrá en riesgo el futuro del país.
C) En la práctica no se aprecia relación entre el tamaño de la deuda nacional y el precio de financiación de la misma. Lo podemos comprobar con nuestra propia trayectoria de emisión de deuda y, a nivel internacional, lo apreciamos en que países como Estados Unidos, Alemania y Japón pagan tasas bajas por sus respectivas deudas mientras que sus niveles de endeudamiento son muy distintos.
D) Finalmente no se encuentra, necesariamente, correlación entre bajos tipos para la financiación de la deuda pública e intereses bajos para la financiación del sector privado. Lo podemos apreciar actualmente en España, donde la correlación entre el acceso a financiación suficiente y a un coste razonable de la deuda del Estado, e incluso el acceso a financiación barata por parte de las entidades financieras (mediante préstamos del BCE), no se corresponde con un traslado de dichas condiciones al resto del sector privado.
De lo expuesto se deduce, como ya apunté en la Carta al equipo económico del Presidente Rajoy, que son otras las medidas que se deben adoptar, comenzando por una mayor flexibilidad en el déficit público, siempre que el mismo genere puestos de trabajo estables a medio plazo, enfatizando el gran cambio en el actual sistema financiero, que se muestra insostenible.
Lo que actualmente se está planteando es una sucesión de disparates, elaborados por un grupo de personas que manifiestan una muy baja capacidad de percepción de la realidad.
Como suelo hacer, independientemente del enlace, a continuación encontraran el texto del artículo publicado en Diario Financiero, bajo el título Estos Mares no me sirven:
Estos mares no me sirven
Era un hombre brillante, con una inteligencia de esas que surge una cada veinte años. Al menos eso decían de él, y él estaba de acuerdo.
Aun cuando nació en tierras del interior, y raramente pasaba algún tiempo en la costa, había dedicado su juventud y madurez al estudio del aprovechamiento energético de los mares.
Lo había leído todo y había desarrollado numerosas teorías innovadoras al respecto.
Estaba convencido del gran potencial que los mares tienen en cuanto a proporcionar energía aprovechable a la humanidad, y había convencido al mundo de que él tenía las formulas precisas para ello.
Asesoraba a la ONU, al Banco Mundial, a los Gobiernos de los más grandes países mundiales… Gozaba de altísimo prestigio y de una cada vez mayor fortuna económica, no en balde se le retribuían sus conferencias y consejos a la altura de sus teóricas aportaciones.
Solo una sombra empañaba su plena satisfacción, sus conclusiones nunca eran asumidas hasta sus últimas consecuencias, siempre surgían intereses, que él calificaba de espurios, que impedían la consumación de las mismas.
Pero la crisis energética mundial se agravó y puso en peligro el sostenimiento de los logros más básicos obtenidos por el progreso tecnológico; incluso el agua potable ya escaseaba en las grandes poblaciones; y la situación empeoraba día a día.
Entonces todas las miradas se volvieron hacia nuestro gran hombre, hacia nuestro “santón laico” de las energías renovables, que por tal era tenido.
La humanidad se postró a sus pies y le rogó que tomara las riendas de la nueva política energética, basada en el potencial de los mares, sobre los que tanto había escrito y hablado.
Cinco años estuvo desplazándose por todos los mares del mundo, “conociéndolos en su realidad” por primera vez, algo para lo que no había tenido tiempo hasta entonces.
Finalmente nuestro Gran hombre convocó una grandiosa rueda de prensa. Todo el mundo estaba expectante ante sus conclusiones, de las que solo existían multitud de rumores, pero ninguna información realmente fiable.
“Señores – anunció, sin poder ocultar un gesto de disgusto y decepción -, todos ustedes saben de la altura intelectual de mi trabajo. Durante cinco años he puesto todo mi conocimiento y experiencia al servicio de un proyecto que resolvería el mayor de los problemas de la humanidad. No he escatimado ningún medio, pero finalmente he tenido que rendirme a una conclusión frustrante: ¡Estos mares no me sirven!
Recuerdo la frase del Premio Nobel de Medicina Alexis Carrel: “Poca observación y muchas teorías llevan al error. Mucha observación y pocas teorías llevan a la verdad”.
Cuantas veces soportamos, en todos los niveles de nuestra sociedad, a este tipo de “expertos” consagrados por la “intelectualidad” dominante, que nos están llevando al desastre, por su desconocimiento de la verdad. Estamos asistiendo a un resurgimiento de la “dictadura de las ideologías” que trata de imponer sus conclusiones al margen de la realidad, y cuando el contraste es insostenible: ¡es la realidad la que no sirve!
Personajes como Jeremy Rifkin, inventor de nuevos fundamentos antropológicos sin personas, y defensor de una vuelta al Medievo en materia energética, y políticos como la misma Ángela Merkel, que hace dos años afirmó sobre la crisis europea que “en cierto modo, es una lucha entre la política y los mercados. Tenemos que restablecer la primacía de la política sobre los mercados”, son los que están de moda y su actitud es la de una firme apuesta por sus ideas, que anteponen a la realidad, que sufre el resto de sus conciudadanos.
¿Cuándo se impondrá la vuelta a la sensatez, a la verdad?, que no por ser “la de siempre” ha dejado de ser válida.
¿Cómo acaba la fabula con la que comenzaba? Creo que la NASA, la Agencia Espacial Europea y un consorcio de países pobres pero “progresistas” están buscando nuevos mares en el espacio exterior, para ver si le sirve a nuestro sabio alguno de ellos.
José Barta
Profesor de Estrategia para Mercados Hostiles
Presidente de Baral Internacional
Publicado en Diario Financiero el 23 de enero de 2012