José Barta; 21 de diciembre de 2011
José Manuel Galindo, presidente de la patronal de los promotores y constructores de España (APCE), durante la jornada ‘Perspectivas económicas y para el negocio inmobiliario’, organizada por la Fundación Asprima, ha afirmado que el saneamiento de los balances de los bancos “podría necesitar dinero público”, pero que si ello sirve para evitar el riesgo sistémico y para sanear el sistema financiero, “bienvenido sea”. Apostó o por crear un vehículo para apartar activos, lo que se viene llamando ‘banco malo’, o intervenir directamente en los balances de la banca.
Como mis lectores bien saben, conozco desde hace años a José Manuel Galindo, habiendo coincidido, como compañeros, en distintas asociaciones y algún proyecto empresarial. La imagen que tengo de él, en cuanto persona resulta inmejorable, en cuanto portavoz del sector inmobiliario me resulta algo patética. Obviamente no es culpa suya, defiende intereses de personas al borde de la desesperación.
Solo por esto y por entender que, en la jornada de Asprima, hablaba en tono coloquial podemos disculpar el cumulo de contradicciones en los que incurre.
Contra la opinión de profesionales como Emilio Botín se atreve a solicitar un “banco malo”, cuando lo que debiera solicitar es la creación de líneas directas de crédito, desde la Administración Central, para la financiación de vivienda protegida, por ejemplo. Metiéndose en camisa de “once varas” que desconoce por completo. Supongo que hablando al dictado, pero ¿de quién?; no de los intereses del sector que representa.
Asimismo, Galindo pidió una nueva Ley de Suelo para lograr una producción de suelo “más económica” y prorrogar nuevamente la disposición de la ley vigente por la que se obliga a valorar el suelo sin sus expectativas. Es decir, que solicita una Ley que reduzca los costes de desarrollo del suelo y al tiempo solicita se suspenda indefinidamente los artículos que rebajan el precio de los suelos. Y esto sin entrar en el fondo de que los mayores costes los crean las Leyes autonómicas del Suelo, así como los Planes urbanísticos municipales, con sus exigencias – en ocasiones – desorbitadas, y sobre ninguno de estos instrumentos tienen competencia el Estado. Si no conociera bien a José Manuel Galindo diría que habla como un cínico, dado que no es así diré que habla coloquialmente.
En cuanto a la coyuntura del sector inmobiliario, Galindo confió en que lo peor ya haya pasado. “Ójala estemos en mínimos”, señaló. Según precisó, en 2011 no se llegará a 85.000 viviendas iniciadas, por debajo de la demanda objetiva, que situó en unas 225.000 viviendas habituales y otras 70.000 turísticas.
Teniendo en cuenta que no han realizado una mísera encuesta entre consumidores ¿Cómo demontres valora la demanda?. Lo de “objetiva” ¿quiere decir que ese sería el objetivo? o ¿quiere decir que es la realmente existente? ¿O se está refiriendo a una media histórica? Si es esto último alguien podría afirmar que el Presidente Galindo se encuentra en la higuera respecto al periodo histórico que vivimos, como yo le conozco, entiendo que está utilizando una expresión coloquial.
Por último, Galindo hizo una llamada al futuro Gobierno para que elabore una cuantificación fiable del ‘stock’ de viviendas, ya que Rajoy lo cifró en 750.000 viviendas, mientras que los promotores lo han situado en 680.000 viviendas, lo que económicamente supone una diferencia de unos 1.400 millones de euros.
Pues para terminar, esta perla resulta bastante buena ¿Pero no es José Manuel Galindo el Presidente, a nivel nacional, de los que saben de esto? Entonces lo que tendría que hacer es demostrarle fehacientemente al señor Rajoy en donde y por qué está equivocado. Salvo que sus números, como los que presentaban hace un año, o hace dos años, o tres años, estén sacados de la manga, es decir “inventados” a conveniencia, al menos esto es lo que diría alguien que no conoce al señor Galindo, yo, que si lo conozco, insisto en que es un dato aportado con un sentido coloquial.
No podemos ser demasiado duros con los protagonistas de un sector que lo está pasando tan mal, aun cuando alguno, que no los conociera tanto como yo, pudiera pensar que para algo antes lo pasaron tan bien.
La desesperación lleva a no medir el alcance de las propias palabras y a intentar agarrarse a un clavo ardiendo, como cuando algunos de estos mismos protagonistas afirmaban con rotundidad, hace apenas unos meses, que “los chinos no permitirán que nos hundamos” dado que somos buenos clientes suyos. Y la cuestión es que “los chinos” no aparecen, naturalmente entendiendo esto en un sentido coloquial.