José Barta; 21 de noviembre 2011
Hace ya casi seis meses, publiqué un artículo en la sección de Opinión de Gestiona Radio, titulado “No, el 15 de mayo no es mayo del 68”, en el que – a diferencia de otros comentaristas de “izquierda” – elogiaba el espíritu del 15M por entender que se encontraba muy por encima del ideario y praxis del movimiento revolucionario francés.
Comentaba, entre otras cosas, el sentido de respeto por las personas con opiniones contrarias, la apertura al dialogo, el cuidado de la “cosa pública”- durante los primeros días de la ocupación de Sol – con acciones tan concretas como la higiene personal, la recogida de basuras, el establecimiento de guarderías, y un largo etc.
Para mí, el espíritu inicial del 15M, tenía y sigue teniendo una superioridad moral clara sobre el mayo del 68. Lamentablemente la falta de un liderazgo claro, el sistema asambleario permanente y la ausencia de un programa riguroso, han permitido que se produjera algo que resultaba previsible, ya entonces, como es la apropiación de la “marca” por parte de grupos antisistema o similares.
Quizás el último repunte de IU en las recientes elecciones generales españolas tenga algo que ver con esa capacidad, que siempre ha tenido el partido comunista, de infiltrase en otros movimientos y apropiarse de ellos. Estos son los “indignados”
Los” indignados” mantienen una actitud de permanente crispación, llegando a la violencia física con aquellos que consideran “disidentes”; intelectualmente propugnan la “simplificación” en el análisis de los problemas, dividiendo a la sociedad en “malos” y “buenos”, en un ambiente de relativismo absoluto, en el que el concepto de bien y de mal queda supeditado al criterio subjetivo, cambiante de unos pocos, sus líderes, o de una masa asamblearia.
No, los “indignados” poco tienen que aportar a la sociedad del siglo XXI, necesitada de una profunda transformación basada en la recuperación del sentido de dignidad de la persona, fruto de su trascendencia, no de acuerdos asamblearios, lo que la otorga derechos inalienables aun cuando se los nieguen los Parlamentos.
Los “indignados” suenan – y huelen – a rancio, a sucio, a antiguo, a desfasado, a revanchismo, a rabia, a mentira, a envidia, a exclusión, a ideologías caducas, muertas intelectualmente, que solo consiguen sobrevivir como parasitarias del ardor juvenil desorientado o del odio enfermizo a la sociedad.
Hace unos días, los estudiantes de la clase 10 de economía de Harvard abandonaban la clase, en protesta por la formación sesgada – en su opinión – que estaban recibiendo. Ese abandono, pacifico, respetuoso con la persona del profesor de la asignatura, al tiempo que critico con su programa de formación, se acompañaba con una “Carta abierta a Greg Mankiw” , en la que exponían las razones de sus quejas.
Entre las mismas aducían que: Los graduados de Harvard, juegan un papel importante en las instituciones financieras y en la conformación de las políticas públicas en todo el mundo. Si falla la Universidad de Harvard para equipar a sus estudiantes una comprensión amplia y crítica de la economía, sus acciones sean susceptibles de perjudicar el sistema financiero mundial. Los últimos cinco años de crisis económica han sido prueba suficiente de ello.
Este es el espíritu del 15 de mayo que admiro y con el que me solidarizo. Que no precisa de violencia para ser contundente; que no usa de crispación para manifestar su profunda discrepancia y malestar; que a nadie excluye a priori porque nace al servicio de la persona.
España precisa de recuperar ese espíritu inicial del 15 de mayo, ya que los partidos políticos no acometerán las reformas precisas si no se les fuerza a ello.
Pero el retorno al 15 de mayo debe pasar por su distanciamiento de las rémoras adquiridas, personales e ideológicas, de esas “jóvenes guardias rojas” que no bajan de los setenta años de edad.
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Transcripción del artículo publicado en la Web de Gestiona Radio
No, el 15 de Mayo no es el Mayo del 68
Esto no es mayo del 68, aquí la imaginación no aspira al poder, ni se busca la playa debajo de los adoquines que se arrancan para apedrear a la policía, ni se prende fuego a las aulas académicas, o los contenedores de basura, ni existe un inspirador como Sartre, que desde el dogmatismo ateo y el hastío por la vida, proponga una “ruptura con el hombre”, al que niega la naturaleza humana; ni un ideólogo como Marcuse que, saturado de Marx y de Freud, propugne la “ruptura total con la sociedad”, dando la espalda al progreso tecnológico y universalizando el sexo (barra) libre.
No, este no parece ser un movimiento liderado por jóvenes universitarios ociosos, aburridos, a los que Mao y Marx les parecían las cumbres del pensamiento moral y filosófico.
No, estos jóvenes no se reúnen por que no tengan nada que hacer, aunque muchos de ellos no tengan trabajo.
No, estos jóvenes se encuentran abiertos a todos, por lo que entre sus filas están parados y empleados (que siguen cumpliendo con sus compromisos laborales), solteros y casados (con niños pequeños, para los que han habilitado guarderías); y también están abiertos a los no tan jóvenes.
Por ello, estos jóvenes, y los no tan jóvenes, barren las aceras, recogen la basura, cuidan la intimidad, recuperan los objetos perdidos, impiden que se haga botellón, cantan y bailan (sin ser hippies), estudian las fisuras legales para evitar enfrentamientos y REALIZAN PROPUESTAS
Esta generación perdida (¿recuerdan este adjetivo que en el FMI y otros foros económicos mundiales están dando a nuestros jóvenes españoles?) acaba de ser encontrada y está poniendo de manifiesto que, al menos en este país, la única generación perdida para la sociedad es la de nuestros políticos, de los que la gran mayoría disfruta de una ventajas legales y económicas superiores a la del resto de los ciudadanos, que son los que les mantienen, a cambio de:
– Que antepongan los intereses de las entidades financieras a los del resto de la sociedad, obligando a esta a subvencionar a aquellas (el disparate de los disparates, como ocurrió en Japón), eso sí, “por su propio bien”.
– Que eviten las listas abiertas, para que así “las lealtades se deban al Partido” en lugar de a los ciudadanos que eligen a sus representantes.
– Que hayan convertido el poder judicial en sus correas de transmisión.
– Que hayan corrompido los movimientos sindicales, tantos los obreros como las patronales, que han descubierto que “el que a buen árbol se arrima…”
– Y así un largo etc.
“políticos, somos vuestros jefes. Estáis despedidos”
Obviamente, tienen también peticiones imposibles, e incluso, algunas, podrían ser contraproducentes por los resultados que se obtendrían, contrarios a los deseados por ellos mismos. Pero esto es lógico por la inexperiencia, y se encuentran abiertos a la reflexión y al dialogo.
Debaten en régimen asambleario y los veteranos, que lo vivimos en los años setenta, sabemos cuán manipulables terminan siendo estos sistemas, llegando a la ineficiencia más pronto que tarde.
Entre sus filas hay de todo, por ello también intolerantes, extremistas e incluso miembros de partidos decimonónicos, de ideologías rancias.
Pero todo esto no desvirtúa, por el momento, lo esencial, la conciencia que tienen de que la persona, si desea ser más persona, tiene que trascender a sí misma, dándose, abriéndose a los otros, contando con los otros, sumando en lugar de excluyendo.
Propongo alentar lo mejor de ellos, para mejorar nosotros y ayudándoles a mejorar.
Estos jóvenes están enseñándonos el camino de la autentica revolución, cuyo objetivo es la defensa de la dignidad de la persona y su primer paso es ahuyentar el miedo.
Quizás estemos asistiendo al proceso de transición que realmente estábamos necesitando, si queremos sobrevivir como ciudadanos y como personas libres en nuestro país.
Quizás este sea el equivalente español a lo que Solidaridad supuso para la liberación de la Polonia comunista.
José Barta.
24-5-2011