José Barta, 6 de septiembre de 2011
Las divergencias entre países de la Unión Europea ya no solo se encuentran en las fases de crecimiento, también se muestran de forma marcada en el desarrollo de la crisis.
Las ventas del comercio al por menor cayeron en julio un 6% con respecto al mismo mes de 2010, lo que supone un aumento de más de un punto y medio respecto al descenso registrado en junio (-7,6%), según ha informado el Instituto Nacional de Estadística (INE). La tasa media de las ventas del sector registró una caída del 5,6% en los siete primeros meses del año respecto al mismo periodo de 2010.
Esta situación no solo no ayuda a detener la sangría del desempleo, más bien la agrava, ya que la consecuencia inmediata es la no contratación de nuevo personal, el despido e incluso el cierre de no pocos pequeños y medianos comercios.
Y es que la reducción del consumo no viene dada por un mayor ahorro por parte de los hogares. El ahorro también se reduce, si bien en menor medida.
Seguimos la senda de Italia, separándonos cada vez más de franceses y alemanes.
Quizás, por aquello de que una imagen vale más que mil palabras, los siguientes graficos nos pueden ayudar a que tengamos más clara la profundidad de nuestra crisis, comparada con la de nuestros vecinos europeos:
(El gráfico siguiente ilustra los datos desestacionalizados y ajustados por días hábiles (para Europa) el nivel de ventas al por menor en los países clave de Europa y los EE.UU. Los datos en bruto están indexados a 2007 para la comparación.)
En el grafico siguiente podemos apreciar la evolución, del ahorro de los hogares, en distintos países:
(El gráfico anterior muestra ratios de ahorro de los hogares – ahorro como porcentaje del ingreso disponible-. Aunque los niveles no se pueden comparar directamente, ya que cada uno se expresa en distinta forma, ya sea bruto o neto, las tendencias son muy ilustrativas.)
Consumo y ahorro, en España, siguen en franca caída y esto no nos sitúa en la mejor condición para hacer frente a lo que se nos viene encima. Porque la contracción del crédito en nuestro país se va a seguir acentuando dada la naturaleza “parasitaria” de bastantes de nuestras entidades financieras, forzadas por las elevadas deudas y la falsedad de los valores de mercado de sus activos inmobiliarios.
Y para colmo de males con unas Administraciones públicas endeudadas hasta extremos desconocidos, dado el continuo descubrimiento de nuevos desaguisados que se está produciendo en algunas de ellas.
Nuestras familias y nuestro tejido empresarial – al menos las PYMES y autónomos – no podrán soportar mayores cargas tributarias sin alto riesgo de quiebra.
Tampoco podrán dinamizar el mercado laboral sin acceso a financiación externa.
Ante esta situación una de las soluciones pasa necesariamente por la reducción del gasto corriente de las Administraciones, sabiendo que el posible desempleo que ello conlleve se verá compensado por una mayor capacidad de crecimiento del mismo en el tejido empresarial.
Otra solución contempla la puesta en práctica de una observación que, sobre el mes de abril, realizó Miguel Martín, Presidente de la AEB, en la presentación de José María Ayala, Presidente del ICO, en un desayuno al que asistí y que reseñé en un artículo de Opinión que escribí para la Web de Gestiona Radio.
En dicho desayuno don Miguel Martín manifestó que “estamos viviendo una dualidad”: “la necesidad de dar crédito, al tiempo que se desapalancan empresas y familias”. Solución: “la transferencia de crédito de unos sectores a otros”. Para el señor Martín el sentido de la transferencia estaba muy claro, en ese momento, debía recortarse el crédito a las familias y las pymes para transferírselo a Bancos y Cajas, y aunque esto no se dijo se supone que a sus participadas.
Pues bien, la realidad económica del país está poniendo de manifiesto que el consejo no era malo, lo malo era el sentido de dicha transferencia. La supervivencia de la sociedad española obliga a las autoridades político-económicas a dejar que actúen las leyes de mercado. Se debe dejar que aquellas entidades financieras que no son solventes quiebren, liberando el dinero necesario para el desarrollo de las empresas y de las familias, permitiéndolas generar consumo y puestos de trabajo, y esta decisión ni es baladí ni demorable.
Deseo agradecer a Rebecca Wilder sus magníficos gráficos.