José Barta: 26-10-2010
De forma recurrente vuelvo a la Gran Depresión, como acontecimiento histórico del que sacar más lecciones que las exclusivamente aplicables a la política monetarista.
Desde la perspectiva que ofrece el reconocimiento de la libertad del ser humano, para acometer las diversas opciones que se le ofrecen en su actuar económico, con condicionamientos más o menos marcados, pero nunca absolutamente determinantes, me asomo a los acontecimientos históricos, no para atisbar las características de un futuro irremediable, sino para aprender de errores y no repetirlos.
Desde mi afirmación de la libertad del ser humano asumo nuestra responsabilidad en los acontecimientos pasados y presentes, así como nuestra capacidad para desarrollar, rectificando comportamientos si fuera preciso, nuestro futuro.
Fruto de esta perspectiva del análisis histórico, tres son los elementos comunes que encuentro en el origen remoto de ambas crisis:
A) AGRESIVAS CAMPAÑAS DE MARKETING
1929: Las sociedades de valores norteamericanas manipularon la realidad, llegando a convencer a los ciudadanos de la imposibilidad real de caída del mercado Bursátil.
2008: Las campañas de marketing por parte de promotores inmobiliarios, secundados y apoyados por las instituciones financieras y las Administraciones Públicas, llevaron al ánimo de empresas y particulares la certeza de un crecimiento, del mercado inmobiliario, en especial el de vivienda, “sin posibilidad de caída”
B) AGRESIVAS POLITICAS DE CREDITOS, POR PARTE DE LAS ENTIDADES FINANCIERAS
1929: Alto crecimiento de préstamos para la compra de Títulos, respaldados por el valor de dichos títulos. El sistema financiero norteamericano pasó de un volumen de préstamo, en 1921, de un billón de dólares, a ocho billones y medio de dólares, en 1929.
2008: Actitud extraordinariamente competitiva entre Bancos y Cajas de Ahorro, para captar la mayor cuota posible de mercado de hipotecas, concedidas contra valoraciones muy optimistas, que en muchos casos suponía la financiación de más del 100% del importe de la operación de compra de la vivienda, con bajos tipos de interés y periodos de amortización muy superiores a los años de servicio del inmueble para el prestatario. El sistema financiero se retroalimentaba mediante la titulización de estos mismos créditos.
C) OPTIMISMO AJENO A LA REALIDAD
1929 y 2008: Se pagaban precios por Títulos (viviendas) sin ninguna correlación con la realidad económica en la que se sustentaban. La línea entre la especulación y la inversión se volvió difusa. Los “profetas” que anunciábamos el desastre (ahora son multitud, pero entonces se nos contaba con los dedos de una mano) éramos considerados agoreros, derrotistas, cuando no incompetentes y fracasados. Mirados con recelo tanto por parte del resto de los profesionales del sector, como por parte de los profanos.
El famoso Martes Negro (29 de octubre de 1929) ha sido considerado por muchos como la peor jornada bursátil – hasta el 19 de octubre de 1987 (-23%) -. Al día siguiente, el 30 de octubre, The Times tituló: “Las acciones se derrumban, pero el rally al cierre anima a los brókers; los banqueros optimistas, continuarán ayudando”. ¿Les suena todo esto?
Las entidades financieras pronto debieron batirse en retirada ante la magnitud del desastre y la escasez de dinero – en aquel momento como consecuencia de la política monetaria restrictiva que se decidió acometer, por parte de los Bancos Centrales- lo que tuvo un efecto devastador, de tal dimensión y enfriamiento sobre la economía que, durante los cuatro años siguientes, la producción bajó un 30% en términos reales –descontando la inflación–, la tasa de desempleo creció hasta el 25% y la inversión privada un 80%”, según John K. Galbraith, en su libro titulado Gran Crash de 1929 o el Crac -que no crack-, como lo bautizó. Este escenario, en combinación con la depreciación de activos, “desembocó en un gran colapso de impagos [en los créditos] que arrastró al sector bancario a la crisis”.
Actualmente la banca española necesita liquidez por importe de 141.000 millones de euros hasta 2011, para lo que deberá aumentar la apelación de financiación al Banco Central Europeo (BCE), realizar emisiones en el mercado o avanzar en la reordenación del negocio. En un marco en el que los países de referencia del euro, como Alemania y Francia, comienzan a pedir que no se prolonguen por más tiempo las ayudas extraordinarias que, principalmente por parte del BCE, se aprobaron al comienzo de la crisis.
Por otra parte, la agencia de calificación crediticia Moody’s, asegura que el incremento de la morosidad registrado en el pasado mes de agosto, y que situó la tasa en el 5,61%, la más alta desde febrero de 1996, es “negativo para el crédito de las instituciones financieras españolas” y considera que su rentabilidad seguirá “bajo presión” durante los próximos 12 o 18 meses”.
La agencia destaca que, aunque con menor intensidad, todavía espera que continúe el “deterioro en la calidad de los activos” durante 2010 y 2011 debido, entre otro motivos, a que España necesitará muchos años para digerir el exceso de oferta en el mercado inmobiliario”.
La crisis de 1929 supuso el final de los “felices” años veinte, en los que se llegó a pensar que se habían superado todas las tristezas humanas, como las guerras y la pobreza, gracias al extraordinario crecimiento industrial y económico que se vivía. La realidad se impuso como un mazazo, originando casi un lustro de crisis, desempleo y pobreza para EEUU, alcanzando, si bien en menor medida, al Reino Unido, a Alemania y a otros países industrializados (el efecto para España fue mínimo).
Como se puede ver es mucho lo que nos estamos jugando. Que las cosas ya no serán (al menos durante los próximos veinte años) como fueron (al menos durante los últimos diez años) es algo que “casi todos” tenemos claro, pero esta situación puede empeorar. Y esta es la lección que conviene sacar, obrando en consecuencia, aun cuando bastantes duden de ello, como dudaban en su momento de que las “viviendas pudieran caer algún día”.