José Barta; 27-09-2010
El alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, anunció el pasado viernes, día 24, que centrará la próxima legislatura en la elaboración de un nuevo Plan General para la capital en el que participen arquitectos, urbanistas, sociólogos y vecinos y que genere un “amplio debate público”.
“Creo que durante la próxima legislatura probablemente, más que grandes obras como la M-30 o las ampliaciones de Metro, lo que vamos a asistir es a un debate que yo quiero que sea no solamente político, sino profundamente social en el que participe toda la sociedad madrileña a través de ese instrumento jurídico urbanístico que es el Plan General, y en el que digamos cómo queremos hoy que sea el Madrid de nuestros hijos”, ha asegurado en declaraciones a Telemadrid.
El actual PGOU de Madrid se aprobó en 1997, bajo el mandato de Álvarez del Manzano. El Gerente de la Oficina Redactora del Plan General fue Luis Rodríguez Avial, hoy Gerente del Consorcio para la ampliación de la Castellana, y al día de hoy no se ha agotado en cuanto al desarrollo de nuevos proyectos.
La redacción fue larga en tiempo, y prolija en contenido, ya que tuvo vocación de instrumento definitivo. Para ello afectó a la totalidad del ámbito del territorio del municipio de Madrid. NO QUEDÓ UN SOLO METRO CUADRADO, en palabras de sus redactores, que no se estudiase y se calificase.
En lo sucesivo bastaría articular revisiones puntuales al Plan. Algo que se ha realizado con profusión en los últimos años.
Por un lado parece una temeridad acometer no solo un importante gasto, que es lo que supone este tipo de trabajos, para un municipio que es el más endeudado de España con gran diferencia frente a sus inmediatos seguidores (ocho veces más que Valencia, diez veces más que Barcelona, catorce veces más que Sevilla,…), también un periodo de indefinición que bloquea la toma de muchas decisiones empresariales, ante la incertidumbre futura, dadas las importantes modificaciones que se pueden producir en este tipo de procesos.
Por otro lado Ruiz Gallardón no posee muchas otras armas para generar ilusión entre los sufridos ciudadanos. Perdida la opción olímpica, e inmersos en la peor crisis económica de los últimos cincuenta años, pocos espectáculos ilusionantes se pueden sacar de la manga, al menos de la manga de un mago acostumbrado a las grandes escenografías.
Veremos en que acaba todo esto; si se articula suficientemente bien se podría evitar el perjuicio de las grandes paralizaciones de licencias de obra, que vienen obligadas en este tipo de procesos, al tiempo que se garanticen ingresos, imprescindibles para la supervivencia, en las exhaustas arcas municipales. Pero muy bien tendrá que hacerse, lo que no es fácil.