José Barta, 19-07-2010
Desde que comenzó la actual crisis financiero inmobiliaria en España, analistas económicos y políticos han convertido en el centro de sus discursos un indicador económico denominado Producto Interior -o Interno- Bruto, más conocido como PIB.
El PIB se ha llegado a convertir incluso en el referente de nuestra calidad de vida, como ciudadanos residentes en España.
Si el PIB cae 10 puntos básicos el país se hunde, de manera dramática, y si los sube, el país se recupera definitivamente, mostrando que, “como en el fútbol, nuestra capacidad creativa es capaz de superar todas las adversidades” (como llegó a decir nuestro Presidente de Gobierno). La relevancia que se está dando al PIB, deriva de la creencia de que si este mejora, automáticamente mejorará la productividad, crecerá el empleo, todos los ciudadanos recuperaremos poder adquisitivo, y con ello nuestro bienestar. En definitiva hemos convertido el PIB en una especie de deidad laica, de la que depende nuestra mejor calidad de vida.
Esto hace que un pueblo como el nuestro, tan dado a los extremismos, se encuentre pendiente de un indicador que en realidad no solo está limitado, al ser una foto fija económica, sino que además puede resultar engañoso, ya que no mide la calidad del crecimiento en cuanto a su sostenibilidad, ni en cuanto a su aportación al bienestar social real, en especial el de los colectivos más marginados.
Analicemos someramente las capacidades y limitaciones de este indicador tan de moda.
Las distintas definiciones del mismo varían poco, enfatizando algunas algo más que otras sus componentes, pero como lo que nos interesa es que nuestra exposición resulte clara, asumiremos una de las más generalistas, al tiempo que completas. Se encuentra en The Economic Way of Thinking (Edición No. 10), siendo sus autores Paul Heyne, Peter Boettke y David Prychitko, y dice: “El producto interno bruto es el valor de mercado de todos los productos acabados producidos en todo el país durante el curso de un año”
Como cuestión previa conviene no confundir PIB con PNB (Producto Nacional Bruto), ya que este, a diferencia del primero, recoge la riqueza que generan los agentes económicos de un país tanto dentro y como fuera del mismo.
La primera característica que debemos tener en cuenta es que el PIB de un país sube si las Administraciones Públicas y las empresas privadas de un país toman préstamos en el extranjero. Este endeudamiento puede generar caídas del PIB en periodos posteriores. ¿Les suena esto? Cuando crecíamos años atrás con tasas muy superiores a las de nuestro entorno, nos faltaba, a nuestros gobernantes y analistas, enfatizar el altísimo endeudamiento externo que estábamos asumiendo.
La segunda es que no existe, propiamente hablando, un mercado para muchos de los servicios que prestan las Administraciones Públicas. Por ello esos bienes y servicios se valoran al coste de los mismos, en lugar de a precio de mercado. Así sucede con la defensa del país. En otros bienes y servicios que prestan las distintas Administraciones Públicas, si existen mercados alternativos, lo cual nos permite comprobar que, normalmente, el sector público es bastante más ineficiente que el privado, es decir que a igualdad de servicio su coste es muy superior. Tal sucede con la enseñanza y la sanidad. Esta situación implica un crecimiento del PIB que no tiene correlación directa con un mayor bienestar de la sociedad.
De la misma manera que se produce el fenómeno anterior, como tercera característica, me gustaría destacar que el PIB crece con aquellas políticas de subvenciones que tienen por objeto hacer posibles situaciones o proyectos inviables económicamente, mejorándoles por encima de lo que los mercados naturales admitirían. Un ejemplo de esto es la política seguida con las energías renovables, que nos han hecho perder competitividad y aumentar el endeudamiento de nuestras empresas y familias; o los Planes E, que en su mayoría no han servido sino para construir jardines y rotondas imposibles de mantener en años sucesivos, incrementando el déficit público, y retirando recursos económicos de sectores realmente competitivos, todo en buscar de un sostenimiento del empleo a cortísimo plazo, que también ha impedido a muchas de esas personas contratadas buscar otras alternativas más estables.
Como curiosidad sobre la ausencia de relación entre PIB y calidad de vida me gustaría reseñar una cuarta característica que hace que se incremente el PIB, como es el aumento de delincuencia, el abandono de niños, o el incremento de violencia de género.
Una quinta característica es la de que el PIB no tiene en cuenta la distribución de ingresos, por lo que no refleja en absoluto la realidad social. Podemos poner algunos ejemplos históricos como el crecimiento del PIB en la Alemania nazi de la Segunda Guerra mundial, donde una parte importante de la producción fabril de armamento se realizaba con prisioneros (esclavos) de diversa procedencia. En el caso español, nos encontramos con que la caída del PIB no refleja el gran drama de un paro en torno al 20% de la población activa, del que sabemos que se ha cebado principalmente en trabajadores temporales y en el sector de la construcción, entre otros datos significativos, por lo que debemos deducir fuertes desequilibrios internos, en cuanto a la distribución de la renta.
En sentido contrario tendríamos una sexta característica por la que no se valoran los trabajos que no se ajustan a lo regulado en el mercado, y sin embargo es autentico trabajo generador de servicios y productos. Tal sucede con la labor de las amas de casa, o la de los familiares cuidadores de personas dependientes, como son niños y ancianos, o de los familiares del pequeño empresario o el autónomo, que le ayudan puntualmente. Podríamos encontrarnos con que una persona que contrae matrimonio con otra, para la que antes trabajaba, si sigue realizando trabajos similares, pero, por acceder a la propiedad, deja de estar dada de alta como empleada, contribuirá a la caída del PIB.
Finalmente, como séptima y última característica, el PIB no refleja la ineficiencia de las Administraciones Públicas ni de las empresas privadas, que contribuyen a un menor crecimiento, o incluso caída del mismo. Tal sucede con las trabas para la constitución de sociedades o para la apertura de negocios, o de locales comerciales, etc.
Después de esto ¿qué valor podemos dar al PIB. Pues el de un instrumento necesario, como el termómetro para la fiebre, pero de un valor relativo para el diagnostico de las enfermedades.
Finalmente, para aquellos que consideran que sin formulas no queda clara ninguna explicación, les dedico la siguiente:
PIB=C+I+G+X-M
Dónde C es el Consumo, I la inversión, G el gasto publico, X las exportaciones y M las importaciones.